Claudio Javier Gil (43) intentó ayer ante los jueces Maximiliano Blejman y los subrogantes en la Sala III de la Cámara Penal, José Atenágoras Vega y Ernesto Kerman, desligarse de la grave acusación de ser autor del crimen del anciano Luis Jorge Espínola, ocurrido entre el 6 y 7 de marzo de 2014 en el barrio Camus, en Rivadavia.

Ante los magistrados se mostró desafiante y dio su particular versión sobre algunas pruebas claves en su contra. Admitió que fue una sola vez a la casa de la víctima a pedirle ayuda espiritual para su mamá. Pero como antes había reconocido que pernoctaba en la vivienda del fallecido, ayer intentó equiparar el significado del vocablo al de estar ‘un ratito’, como en la sala de juicio.

Más allá de su negativa a haber mantenido relaciones con el anciano y haberlo matado (‘es terrible lo que le hicieron’, dijo), las pruebas lo complican.

¿Cuáles? tenía algunas pertenencias de la víctima en su poder. Hay escuchas en las que aparece dialogando con Espínola. Hay testigos que lo vieron en la casa, como el propio hijo del anciano. Y sobre todo una prueba genética: su ADN en las uñas de Espínola y en su brazo derecho los respectivos rasguños.

A pesar de estas evidencias, Gil intentó instalar la improbable sospecha de que se las plantó la misma policía.

Ayer, declaró también una psicóloga que describió su perfil psicópata y su ‘ambigüedad sexual’. Y la médica forense que analizó el cuerpo de la víctima y describió las tres heridas en el cuello que le causaron la muerte.

Gil registra cuatro condenas: una por robo, otra por golpear a su madre y dos por matar a homosexuales. La última fue perpetua por asesinar al chef Carlos Echegaray.