César Cornejo (54) reconoció que fue ese primer gatillazo con disparo fallido, lo que lo animó a enfrentar al ladrón. Ya se había negado a tirarse al piso como el sujeto se lo exigía y se escondía detrás de las columnas de su comercio, cuando buscó acercársele. Entonces el delincuente gatilló de nuevo apuntando al piso y esta vez el estampido retumbó en el salón. Para ese momento Cornejo ya tenía decidido resistirse como sea y no desistió. En medio de esa riesgosa maniobra, el ladrón volvió a disparar al piso, mientras le exigía que pusiera su celular sobre el mostrador y se acercaba a la caja. Pero cuando intentó revisarla, Cornejo se le acercó por atrás y le asestó una patada en la espalda. La secuencia que siguió fue la que más cerca lo puso de terminar en lo peor, porque intentó sacar al ladrón a la calle mientras buscaba agarrarle el brazo armado. Ahí el delincuente perdió el casco y una zapatilla, pero alcanzó a disparar por tercera vez y la vida del comerciante corrió serio peligro, porque la bala atravesó su mano derecha, le quebró la clavícula izquierda y le quedó incrustada en el cuerpo.

Fue la culminación sangrienta de ese cuarto asalto a punta de arma que sufría Cornejo en su vida de comerciante. Al final, el ladrón sólo le robó un cuchillo y huyó en moto con un cómplice, que al comienzo del robo había entrado con casco y con una pistola pero se quedó afuera.

"En el momento no lo pensé, me puse loco, pero el médico me dijo que si esa bala hubiera entrado unos centímetros más abajo, la historia hubiera sido otra. Ahora que lo pienso, si me pasa otra vez creo que por la plata no voy a reaccionar, pero si tocan a mi familia no lo voy a dudar", dijo desde su casa.

"Si me pasa otra vez creo que por la plata no voy a reaccionar, pero si tocan a mi familia no lo voy a dudar"

Cornejo es ingeniero civil y casi 20 años atrás intentaba prosperar con una pequeña empresa de construcción, que se vino abajo con la grave crisis político-económica de 2001, aquella que significó la salida anticipada del Gobierno del presidente Fernando de la Rúa.

Desde entonces decidió dedicarse al comercio para mantener a su familia, compuesta por su esposa y dos hijos. Alquiló en varios puntos de su Chimbas natal, en la que no faltaron los robos a punta de arma. Pero Cornejo reconoció que tiene eso de no medirse cuando se siente atacado y reacciona, a pesar del peligro, a pesar de que le apunten. Su suerte fue distinta en esos otros tres golpes -contó- porque luego de resistirse consiguió ahuyentar a los delincuentes.

Pero la noche del martes pasado fue distinto. Cerca de las 21 estaba a punto de cerrar en ese galpón que alquila hace 6 años en Salta casi Teresa de Calcuta, en Chimbas, cuando entraron dos sujetos, aunque sólo uno de ellos decidió encararlo con un desenlace que tal vez no esperaba.

"Con esto que pasó hasta me dieron ganas de volver al tema de la construcción, pero está fea la mano y creo que voy a tener que seguir con esto nomás a pesar de las broncas y riesgos que pasás", precisó.