Aquel día llevó a cabo su amenaza. Puso llave y aseguró todos los ingresos a su casa, se encerró adentro con sus tres pequeñas hijas (tenían 5, 2 y 1 año), abrió las hornallas del gas de la cocina sin encenderlas. Y en medio de una enésima discusión por teléfono con su exesposo, le comunicó (por mensajes y videollamadas) que terminaría con su propia vida y la de sus nenas. El marido estaba en la mina Veladero, en Iglesia, y al notar que esta vez hablaba en serio, se comunicó con su padre y el hombre corrió en el acto junto a otros familiares y la Policía hasta la casa del barrio Del Bono Green, en Capital. Allí, hubo que derribar puertas y reducir a la fuerza a la descontrolada madre, que se atrincheró con las niñas y siguió con sus amenazas de lo peor, cuchillo en mano.

Marcela Molina (29) estuvo unos días presa pero pronto consiguió que le dieran arresto domiciliario en la casa de una tía. ¿La razón? es hipoacúsica, celíaca y sufre diabetes. También pesaron sus problemas psiquiátricos. Para todas esas afecciones sigue con tratamiento, dijeron fuentes judiciales.

Al llegar a juicio, esos inconvenientes pesaron a la hora de definir el caso. Porque la mujer admitió que cometió el aberrante delito de la tentativa agravada de homicidio de sus nenas sobre las 14 del 7 de enero de 2020. También aceptó cumplir 10 años de prisión como parte del juicio abreviado que logró a través de sus defensores Gustavo de la Fuente y Juan Manuel Vargas, con la fiscal Marcela Torres.

Pero parte de ese acuerdo, ratificado ante el juez Víctor Hugo Muñoz Carpino (Sala I, Cámara Penal) incluía seguir con arresto domiciliario. El magistrado aceptó ese acuerdo y también concedió que el cumplimiento de la pena se ejecute en la casa de su tía, dijeron fuentes judiciales.

El otro frente de conflicto de Molina es volver con sus hijas. Según voceros judiciales, en el juicio que mantiene con su exmarido en un juzgado de familia, ya solicitó que le permitan revincularse con las nenas.