Lamento. Ayer los vecinos del chico fallecido juntaban dinero para comprar una corona. "Era muy trabajador", dijo un amigo.

Adrián González no daba más de contento. A sus 21 años y buscando independizarse de su familia, hacía una semana había abierto su propio kiosco en la plaza del Barrio Ate Api, en Rivadavia, y al mismo tiempo había cerrado el alquiler de un departamento, situado a pocas cuadras de ese lugar.



"Santucho", como le decían sus conocidos, estaba tan ansioso y feliz que en la noche del pasado jueves les propuso a dos amigos que lo ayudaran a terminar de mudar sus cosas a su nuevo domicilio y de paso que se quedaran a comer algo a modo de festejo.



Pero ese agasajo nunca llegó, porque antes González encontró la muerte de una manera un tanto insólita. Según el relato de un allegado, los tres chicos se juntaron en el nuevo kiosco del joven y poco antes de la medianoche partieron rumbo al departamento. En el Peugeot 504 bordó de Agustín Linares (19) cargaron los últimos bultos y González los siguió de atrás en su bicicleta MTB. Linares le había ofrecido cargar la bicicleta en su vehículo, pero el otro se negó. Y esa decisión terminó constándole la vida: cuando circulaban por la calle Cipolletti rumbo al Norte, el conductor del auto dobló para ingresar por Benavídez, en Chimbas, e indefectiblemente el ciclista no advirtió esa maniobra e impactó contra la puerta del acompañante del vehículo. Según trascendió, el chico venía distraído, escuchando música por auriculares, y no tuvo tiempo a nada cuando tuvo el auto encima, dijeron investigadores que intervinieron en el hecho.



Después de chocar contra el Peugeot de su amigo, González cayó de la bicicleta y tuvo tanta mala fortuna que estrelló su cabeza contra el asfalto, tan fuerte que su destino quedó echado para siempre prácticamente en el acto. La Policía llegó al lugar y constató su deceso.

Tanto González como Linares vivían en el Barrio 17 de Octubre, en Chimbas, y eran muy amigos desde hacía un largo tiempo. "Andaban juntos para todos lados", dijo un chico conocido de ellos mientras recorría el barrio recaudando dinero para comprar una corona que iban a poner en nombre de todos los vecinos.

González era el menor de tres hermanos. Sus amigos lo describieron como un muchacho muy trabajador. "Era muy laburante, le gustaba mucho tener sus cosas", expresó uno de ellos.

Por su parte, Linares quedó demorado en la seccional 26ta, a disposición del 3er Juzgado Correccional.


 

Adrián González a sus 21 años había abierto su propio kiosco.