Confesión. El changarín de 22 años confesó ayer que violó a la nena, pero no pidió perdón y no dijo que estuviera arrepentido.

"Tengo más para declarar... estaba en la cama, no sé qué me pasó, estuve mal... eso de que se me acusa me hago cargo... sí la violé, me hago cargo". En tono parco, frío, sin pedir perdón y ni siquiera decir que está arrepentido, el changarín de 22 años buscó mostrarse colaborador ante el juez, con la clara intención de atenuar el castigo que se le venía. De hecho, su defensor Horacio Merino hizo hincapié en la actitud de su cliente y pidió aplicarle el mínimo de la pena, 8 años. Pero para la fiscal Leticia Ferrón de Rago la confesión no fue más que un intento para conseguir un beneficio por la aberración que había cometido ("solo una bestia puede hacer una cosa así", dijo en su alegato), y pidió para él 15 años de cárcel. No sólo eso, también le solicitó al juez José Atenágoras Vega (Sala II, Cámara Penal) que ordene investigar si la madre y dos hermanas del acusado cometieron varios delitos por impedir que la mamá de la beba violada (entonces tenía 1 año y 6 meses) buscara ayuda, manteniéndola prácticamente de rehén durante cuatro días poniendo en claro riesgo su vida por la infección que había adquirido. "El médico me dijo que si pasaba un día más, moría", había dicho la madre.

Al final, el magistrado le dio completa razón a la fiscal. Condenó a 15 años al confeso violador y ordenó extraer copias del expediente para que en la Fiscalía de turno comiencen a investigar a la madre y dos hermanas del condenado, por delitos que, a priori, podrían ser calificados como privación ilegítima de la libertad, coacción y abandono de persona.

Según una psicóloga, el condenado es alguien inmaduro, impulsivo y egocéntrico.

Todo pasó la tarde del 4 de febrero de 2017 en 25 de Mayo, cuando la mamá de la nena (entonces embarazada de 9 meses del detenido) salió a un almacén cercano a comprar yogur y pañales. Esa tarde pensaba bañar a su beba para luego ir a visitar a su mamá, pero cuando volvió encontró a su nena con un llanto incontrolable y a su pareja al lado, ebrio, haciéndose el desentendido. Cuando fue a cambiarla y vio sangre en el pañal, entraron a tallar la madre y las hermanas del changarín. A sabiendas de que iría preso -según la denunciante- le impidieron que llamara a su mamá y que fuera a una salita de primeros auxilios. "Estaba toda desgarrada", precisó. El dato le llegó a la abuela materna de la beba cuatro días después, y en el acto llegó con la policía a rescatar a su hija y a la beba, muy enferma.