El día que una de las víctimas rompió la mordaza que le imponían las amenazas de muerte de su tío, un changarín de 51 años, todo se complicó para ese sujeto. Porque ese día, el 28 de octubre pasado, la maestra que escuchó la tremenda confesión de su alumna de 12 años se fue derecho al Anivi a denunciar el caso junto con la directora de la escuela. Y en medio de la investigación por ese hecho, el obrero terminó denunciado por haber violado tres veces a otra sobrina de 17 años. Tan contundentes resultaron las pruebas recabadas en la investigación encarada por el fiscal de la UFI Anivi Eduardo Gallastegui, que ayer el acusado (no mencionado por su parentesco con las víctimas) ratificó ante un tribunal un acuerdo de juicio abreviado alcanzado a través de su defensora oficial María Emilia Nielson con el fiscal Gallastegui. Y al final los jueces Alberto Caballero, Eugenio Barbera y Javier Figuerola, homologaron ese pacto y lo condenaron por la misma pena que aceptaba: 16 años de cárcel.

Abuso sexual con acceso carnal reiterado y corrupción de menores agravada por la edad de la víctima, fueron los delitos que le atribuyeron con relación a su sobrina de 12 años. Y abuso sexual con acceso carnal (tres hechos), los ataques contra su otra sobrina de 17, que recién el 4 de noviembre pasado pudo contarle todo a una tía, quien denunció el hecho al día siguiente.

Según la acusación, la menor de 12 años fue atacada entre los 10 y los 12 años ("una banda de veces", según la propia víctima), cuando iba a visitar a su padre (separado de su madre) que vive en el mismo predio que el ahora condenado. En esas ocasiones, la manoseaba entera, le metía los dedos y le exhibía sus genitales.

La sobrina de 17 años, que vivía con su familia en la misma propiedad, reveló que a ella la invitó en una ocasión a tomar una gaseosa pero aprovechó para violarla. Que la mataría a ella o a su madre fue una efectiva forma de mantenerla en silencio. Y ese miedo en la víctima, le abrió la puerta para violarla en otras dos ocasiones.

Los informes psicológicos de ambas niñas confirmaron que no mentían. Y completaron una acusación que resultó difícil de revertir para el ahora condenado.