La imagen de la jovencita desnuda era mirada por una de sus hermanas en una tablet, cuando se coló un observador inesperado: un tío, hoy de 38 años. La chica cerró y bloqueó el aparato en el acto, pero desde entonces tuvo que soportar la obsesiva insistencia de su pariente para tener una de esas imágenes y al final lo consiguió. Ocurrió en febrero de 2016 y fue el principio de la pesadilla para la chica (tenía 17 años) que se había sacado esa foto para enviársela a su novio, pues al mes siguiente su tío la entrevistó a solas para decirle algo "urgente": que la había visto sin ropa en una página porno, que buscó y contactó al dueño de ese sitio para que sacara esa imagen y así evitarle problemas con su familia. Le dijo también que el sujeto, un tal Sebastián Galván, le pedía $10.000 o nuevas fotos y videos para eliminar la imagen ya publicada. Le pidió no decírselo a su novio, pero ella se lo contó, buscaron la plata y cuando se la acercaron a su tío, éste les dijo que el presunto chantajista no quería el dinero y sí más material. Por miedo, por ignorancia, por inexperiencia, la chica accedió: primero fueron videos suyos en bailes sensuales en los que se sacaba la ropa y se tocaba, con ropa de colegiala, de mucama, como en un casting. Luego otros videos con su novio, en los que se practicaban sexo oral. Después otros en los que esas prácticas se concretaban con su propio tío. Y al final otros dos en los que el perverso pariente hacía las veces de productor y actor de videos con relaciones sexuales. El chantaje era siempre el mismo: protegerla para evitarle conflictos con su entorno y evitárselos a él mismo luego de protagonizar esas grabaciones, pues temía perder a su familia. Para salirse con la suya siempre le decía que era actuación, que después seguirían teniendo una relación normal. Así, sumía a la chica en un desesperante estado de culpa.

Semejante secreto se prolongó durante un año (hasta marzo de 2017) siempre en hoteles alojamiento, pero no tardó en filtrarse, primero a una amiga íntima que enseguida descubrió el engaño, pues a ella también le propuso sacarse fotos desnuda y enviárselas a él para ayudar a su amiga. Otras dos hermanas de la víctima también recibieron igual propuesta indecente pero ambas se negaron.

Fue necesaria la asistencia de un psicólogo para que la jovencita revelara a sus padres los abusos que había sufrido a manos de su tío, un licenciado en Higiene en Seguridad cuya identidad no se divulga por su parentezco con la niña.

Terminó tras las rejas y a su favor nada tuvo que decir, porque cuando ordenaron quitarle el teléfono y otros soportes informáticos hallaron contenido que lo complicaba, como el hecho de que el tal Sebastián Galván (supuesto masajista) no era otro que él mismo. El informe psicológico de la menor víctima sobre sus altos montos de angustia y ansiedad o la conclusión de los psicólogos de que no mintió cuando acusó a su tío, porque mostraba los indicadores habituales de las víctimas de abuso, fueron pruebas claves para acorralar al sospechoso.

Por eso fue que al llegar a juicio a la Sala I de la Cámara Penal, decidió con su abogado defensor Juan Bautista Bueno, acordar un juicio abreviado con la fiscal Marcela Torres en el que acepta su autoría en dos hechos de abuso sexual gravemente ultrajante y otros dos de abuso sexual con acceso carnal. Por ambos delitos, el acusado acepta recibir 13 años y 6 meses de cárcel. Si el juez de la Sala I de la Cámara Penal, Juan Carlos Caballero Vidal (h) acepta ese planteo, no podrá aplicar una condena mayor.