Encontraron el cadáver de un hombre asesinado, enterrado y cubierto con cal entre unos parrales de una finca de Marquesado. Anoche todavía no lo identificaban, pero todo hacía sospechar que no es otro que Cristian Andrés Arredondo, quien desapareció misteriosamente de su casa hace 22 días. El cuerpo estaba a un metro y medio bajo tierra, coincidentemente a 800 metros de donde vivía ese obrero rural. Al cierre de esta edición, los policías de la Seccional 13ra. tenían detenidos a la ex mujer de Arredondo junto a los dos hijos varones de ella y, además, habían pedido la captura de su anterior marido y padre de esos jóvenes.
Fue una casualidad que dieran con el cadáver. Matías Cañada junto a su patrón, Mauro Carpio, andaban echando veneno por su finca cuando vieron una extraña hondonada entre las melgas. El agua del regadío había hecho que la tierra se hundiera, como si hubieran removido o enterrado algo en ese lugar. Ante esa sospecha llamaron al 911 de la Policía y a los minutos el oficial Marcelo Cobos y el agente José Laviña del Comando Radioeléctrico llegaron hasta esa finca ubicada en la zona baja de Marquesado, Rivadavia, a un kilómetro al Sur de Libertador.
La intriga hizo que los policías cavaran. Como la tierra seguía blanda y se empezó a sentir un olor nauseabundo, continuaron excavando hasta que, a poco más de un metro, abrieron grandes sus ojos. Es que vieron los dedos pulgar, índice y medio de la mano de una persona. El hallazgo ocurrió a las 17. Más tarde empezaron a llegaron los policías, incluso el jefe de Policía, Miguel González, y el juez José Atenágoras Vega.
Los bomberos tardaron un par de horas para abrir la fosa. El cadáver pertenecía a un hombre que había sido tirado de costado, sus piernas estaban flexionadas, y encima le arrojaron cal para tratar de desintegrarlo, reveló un jefe policial. Estaba irreconocible. Lo único que alcanzaron a ver eran unos zapatos con cordones y parte de un pantalón jeans que vestía. Dado su estado, el médico legista no pudo determinar si tenía heridas de balas, golpes, puñaladas o estrangulamiento, dijeron los investigadores.
Las conjeturas llevaron a la sola conclusión de que el muerto era Cristian Andrés Arredondo (30). Y es que el cadáver estaba enterrado a 800 metros de distancia de su casa, en la finca vecina. Además, su desaparición había sido extraña. El vivía solo, hacía dos años que estaba separado de Ana Juana Barrionuevo, con quién tuvo una hija -actualmente de 7 años-. Igual se veían y seguían teniendo discusiones, dijeron sus parientes.
Américo Arredondo, el papá de Cristian, fue el primero que notó su ausencia cuando fue a buscarlo a su rancho el viernes 2 de abril, a las 7:30. La puerta estaba con candado y la luz de afuera encendida. Cuando entraron a la casa, notaron que no faltaba nada y que había una olla con comida. Eso aumentó el misterio. Cuando empezaron a buscarlo, Juana Barrionuevo salió a decir que la noche del jueves 1 de abril había cenado con Cristian en su casa, en compañía de su hija, y que después éste la acompañó. Según los Arredondo, la misma mujer luego cambió su versión y dijo que habían discutido esa noche. También aseguraron que los dos hijos de Barrionuevo tenían amenazado de muerte al obrero rural por una pelea anterior. Es más, contaron que esa noche del 1 de abril se escucharon tres disparos. Otro dato es que Oscar Ortíz -el anterior marido de Barrionuevo y padre de esos jóvenes-, hasta había denunciado a Arredondo por un supuesto incidente en esos días, dijeron en la policía. En base a todas esas versiones, la policía detuvo a Juana Barrionuevo, a sus dos hijos, Ezequiel y Juan Ortíz (de 19 y 20 años) y anoche buscaban al padre de éstos muchachos, según un jefe policial.
