Mendoza, 9 de diciembre.- Una familia fue asesinada en el barrio 8 de Mayo de Las Heras por un hombre que entró por los techos, los apuñaló y escapó. Las víctimas fatales fueron cuatro: una pareja de ancianos, su hija y un niño de tan solo diez años. El único testigo es un chico de 14 que logró zafar del asesino.

La policía trabajó en el lugar pero aún no están claros los motivos del ataque. Pasada la medianoche extraoficialmente se hablaba de que había un aprehendido y a la 1.30 el dato fue confirmado por el ministro de Seguridad, Carlos Aranda. Indignados, cientos de vecinos se congregaron frente a la casa de las víctimas.

Dolor, misterio e indignación

Eso es lo que dejó el crimen de los cuatro integrantes de la familia Miguel, que fueron asesinados anoche minutos antes de las 21 en la casa ubicada sobre calle San Pedro al 1300 del barrio 8 de Mayo. Las víctimas fueron identificadas como Alí Miguel (80), su esposa Sara García (83), la hija de ambos, Mónica (49) y Ezequiel (10), hijo de esta última.

Según explicó un grupo de vecinos, la familia había llegado de una Iglesia cercana -habían ido a misa por el día de la Virgen- y cuando regresaron, Ezequiel y un vecino de 14 años se pusieron a ver televisión. En ese momento, ingresó a la casa un hombre y atacó a la familia con un cuchillo que habría conseguido en la cocina.

El único que pudo zafar del ataque del homicida fue el chico de 14 años que -aunque herido en una de sus manos- escapó a su casa para pedir ayuda.

El resultado del ataque fue fatal: Alí y Mónica -quien trabajaba como docente de materias prácticas- fallecieron en el lugar. Sara fue trasladada por los primeros vecinos que llegaron a la casa pero perdió la vida a poco de llegar al hospital Lagomaggiore. En tanto, Ezequiel fue llevado a la guardia del hospital Carrillo pero también llegó muerto.

Lo poco que hasta noche se sabía del agresor era que entró a la vivienda por el patio y que por eso mismo lugar se escapó. “Tiene que haber sido alguien pequeño porque el nene de 14 años lo enfrentó para poder escaparse”, dijeron dos vecinos de la zona.

Apenas se conoció la noticia de la tragedia alrededor de cien vecinos llegaron hasta la casa. Indignados, pidieron una explicación por parte del Ministro de Seguridad Carlos Aranda -que hoy renueva su período al frente del Ministerio de Seguridad-.

Finalmente cerca de las 1.30 de la mañana, el ministro Aranda salió a hablar con la prensa y a calmar los reclamos vecinales. “Se ha hecho un allanamiento y hay un aprehendido y se está ordenando otro allanamiento más. Ahora hay que levantar las pericias y trabajar sobre las hipótesis que hay”, señaló el ministro.

Aranda se encargó de aclarar que ningún móvil está descartado. También explicó que la fiscal Claudia Ríos estaba trabajando con el único testigo para poder esclarecer el hecho y sumar datos para dar con el responsable.

“En la casa no había nada revuelto. Eso fue confirmado por los familiares y por el testigo. Lo que si hay es una violencia inusitada. Ahora estamos analizando llamados que entraron al 911 de gente que dice haber visto cosas y tienen datos para aportar”, agregó Aranda.

“Es una violencia que nunca habíamos visto”, dijo Aranda para cerrar su explicación a la prensa y la gente comenzó a gritarle: “¡Seguridad para el barrio!”.

Más tarde, pasadas las 2 de la madrugada, el jefe de la Policía de Mendoza, Juan Carlos Caleri señaló que los trabajos de los peritos continuarán y en el lugar quedará una guardia. Caleri señaló que se han realizado dos allanamientos después del hecho y confirmó que el aprehendido declaró y se determinará si tuvo algún grado de participación en el hecho.

“No entendemos lo que pasó”

En silencio, y contrastando la bronca de algunos vecinos, familiares y amigos de las víctimas no podían ocultar sus lágrimas y su consternación. “No podemos entender cómo alguien les pudo hacer esto. Son una buena familia, no tienen problemas con nadie. No sé por qué pasó esto”, decía con voz entrecortada Mónica Carbajal, tocaya y amiga de la docente asesinada. Su vínculo con la familia, además, también lo incluye a su esposo que es el padrino de Ezequiel, otra de las víctimas fatales.

En el lugar no hubo un cerco policial extenso y la puerta entreabierta de la vivienda dejaba ver un espectáculo macabro con grandes manchas de sangre en el suelo. “No entendemos. Ellos son muy católicos y no tienen problemas con nadie”, dijeron algunas vecinas.

Todos coincidían en que los ancianos estaban bien de salud y muy ágiles, que Mónica Miguel era una mujer trabajadora y discreta, y que Ezequiel era un chico bueno. El centenar de vecinos se mantuvo todo el tiempo apostado en la vereda de la familia asesinada. Un grupo agitaba a los gritos pidiendo justicia e insultando a las autoridades mientras otros se mantenían en la calle y observaban en silencio.

También cerca de la 1 de la mañana volvió al lugar la otra hija de los ancianos asesinados. Ingresó a la casa y luego salió envuelta llantos y casi descompuesta. Los vecinos la saludaron y la asistieron en todo momento.

Mientras tanto en los techos de las casas vecinas se veían las luces de las linternas de los uniformados que buscaban pistas para descubrir por dónde había huido el asesino.

Cerca de las dos de la mañana los móviles policiales comenzaron a dispersarse, y sólo quedó una guardia apostada en el lugar. Un grupo de vecinos miraba la escena y decían indignados: “La comisaría está a dos cuadras pero tiene que pasar algo así para que venga un patrullero a la zona”.