Una puesta en escena fue el anzuelo para que la víctima se confiara. A eso de las nueve y media de la noche del jueves, pararon un auto viejo frente a su casa, levantaron el capot como para simular un problema mecánico y uno de los sujetos se acercó a golpear la puerta. Por la ventana, Aída Mut (62 años, ordenanza municipal contratada) alcanzó a ver el vehículo y a un sujeto bajo que no respondió a sus preguntas sobre quién era. Cuando la mujer sacó la llave de su puerta, fingió ir en busca de un conocido y le tiró un nombre. "No lo conozco", alcanzó a decir Aída, antes de intentar cerrar una segunda puerta de madera con tela mosquitera, pero el desconocido coló por la abertura un arma de fuego, abrió, la tiró al piso de un empujón y comenzó a insultarla.

"¿Qué me van a robar si no tengo nada?", intentó explicarles, mientras le ataban los pies con una de sus sábanas. Lo que siguió, fue el episodio más cargado de rabia y traumático que vivió esa mujer, que en algún momento pensó que la matarían porque no encontraban más que robarle.

"No tenés nada vieja de m...", le recriminaron una y otra vez, mientras embalaban lo que consideraron de mayor valor: su televisor de 32 pulgadas, un radiograbador, un teléfono Samsung J1 y unos 30.000 pesos que encontraron luego de revolverle toda su casa. Era la plata que había juntado para poder instalar el gas en su vivienda, una prefabricada suya que está instalada en una propiedad de uno de sus primos en Belgrano casi Ruta 20, en Santa Lucía.

"Me ataron, me pegaron y me insultaron porque no tenían nada más que robarme... primero me ataron los pies con una sábana, luego me golpeaban la espalda y me ataron las manos con una de mis remeras y con esa misma prenda me amordazaron. Nunca me pasó algo así y no se lo deseo a nadie... cuando pasó todo tenía 18 de presión", contó ayer Aída, aún temblorosa y con angustia.

Fue la segunda vez que le robaron. Un par de años atrás -rememoró- se habían metido cuando se fue a trabajar y también le llevaron un televisor, una garrafa con una pantalla de gas y algo de dinero.

"Yo vivo a raya y lo poco que pude juntar fue para que me pusieran el gas. Anoche (por el jueves) les dije que por qué no buscaban trabajo en lugar de golpear y robarle a una indefensa mujer grande, pero me siguieron insultando. Ahora no sé cómo voy a hacer, pero necesito unas rejas en la puerta porque no tengo otro lugar a donde ir", concluyó.