“El encargado me respondió ‘no seas maricón’ cuando le advertí que era peligroso, que no nos podíamos meter así nomás…”, relata Juan Cortínez, el amigo y compañero de trabajo de Rodrigo Sánchez, el obrero que murió intoxicado en la red cloacal de Rawson. El joven fue el último que vio con vida a Rodrigo, cuando quedaron atrapados y casi sin oxígeno en ese caño a 4 metros de profundidad.
‘Rodrigo dijo ‘sigan’ y se desvaneció, de ahí no habló más y empezó a respirar fuerte, como dando ronquidos’, describió, a la vez aseguró que no tenían elementos de seguridad y apuntó contra el dueño de la empresa Fénix y su jefe como los responsables de la tragedia.
Juan Cortínez (22) fue testigo del dramático episodio ocurrido el miércoles último en esa cañería cloacal en General Acha y Progreso, en Rawson. Él y Rodrigo Sánchez, el fallecido, trabajaban como ayudantes del jefe de la cuadrilla, Guillermo Videla.
El joven contó que ese día trabajaron desde las 8 hasta las 14, momento en que notaron que el cable del alargador no llegaba a la soldadora. Según relató, Videla llamó a un supervisor y éste le dijo que no tenía más cable; entonces llamó al dueño de la empresa, Rubén Molina.
“Guillermo (por Videla) le dice que, de última, metamos el grupo electrógeno adentro del caño. Y Molina le dá el OK. Yo le decía que no era buena idea, que no teníamos máscaras para meternos porque esa máquina despide humo. Pero él (por Videla) me respondió ‘no seas maricón’, cuando le advertí que era peligroso”, describe Cortínez. Y agrega: “Para mí, los responsables son el encargado, Guillermo Videla, y el patrón, Rubén Molina. El encargado fue el de la idea de meter el grupo electrógeno adentro. Y el patrón le dio el OK. Si no hubiesen hecho eso, no pasaba nada”
El testigo denuncia que no tenían ningún elemento de seguridad. “Solamente nos daban un pantalón y unas rodilleras. Yo tenía unos zapatos que había dejado otro obrero. Pero Rodrigo estaba con su ropa, el pantalón que le dieron no le entraba. Habían cascos en el departamento del jefe, pero nunca los llevaban a la obra”.
Según Cortínez, ingresaron el grupo electrógeno a unos 20 metros y terminaron de soldar la parte que faltaba alrededor de las 17. Pero cuando se aprestaban a salir, empezó el drama. “Rodrigo fue a apagar el equipo. Iba tosiendo por el olor. Cuando lo apaga, dice: ‘me siento mal, chicos’. Y se recostó. Ellos andaban con la cara descubierta y yo tenía una remera. A mí me ardía la nariz y me dolía el pecho. No podíamos hacerlo levantar. Le decíamos: vamos Rodrigo, vamos. Hizo el esfuerzo como dos metros gateando. En ese momento, Rodrigo dijo ‘sigan’ y se desvaneció, de ahí no habló más y empezó a respirar fuerte, como dando ronquidos. Yo me saqué la remera y empecé a darle aire. Después se desvaneció Guillermo’, contó Cortínez, quien sacó fuerzas de donde no tenía y salió a buscar ayuda. El mismo llamó por teléfono pidiendo auxilio.
Segundos después regresó al caño. “Llevé una botella con agua. Sabía que mis compañeros corrían peligro. Pensaba más en Rodrigo, que era mi amigo. Cuando llegué a él, respiraba muy mal y hacía un sonido feo. Le mojé la cabeza, traté de despertarlo, pero no me hacía caso. Guillermo tampoco respondía. Yo también me empecé a sentir mal, me saqué la remera y quise salir de nuevo, pero desmayé. Más tarde me desperté cuando los bomberos me sacaban”.

