"Mariana, mirá, yo no sé qué es lo que ha pasado. No tengo ni la menor idea. Pero acá hay un accidente muy grande, hija. Estoy tirado en el piso y no sé dónde está Danilo, nadie me responde si está bien". Jorge Castillo (56) estaba tirado en medio de la calle, herido, sin poder levantarse. "Lo único que escuché fue un bombazo y empezamos a dar vueltas. Cuando la ambulancia dejó de girar yo me largué a la calle", recuerda. Había sacado el celular del bolsillo del pantalón y trataba de comunicarse con su familia. Y a la vez insistía por su hijo: "Danilo, Danilo... ¿dónde estás? Si me escuchás decime, por favor". En eso se le acercó Oscar "Yayo" Cano (58), el chofer de la unidad, que pese al sacudón podía mantenerse en pie. "Yayo, por favor, decime dónde está Danilo. ¿Qué nos ha pasado?". "Tu hijo está aprisionado, por eso he pedido que vengan los bomberos", le respondió. De fondo se escuchaban los gritos de Juan Carlos Oviedo (61) pidiendo ayuda. A todo esto la gente se seguía agolpando. Y él no dejaba de preguntar por su nene. "Como yo no paraba de repetir su nombre, vino un niño como de 10 años y me dice: "¿Señor, llama a su bebé?" Le digo: "Sí, es mi bebé... ¿vos lo has visto?" "Sí señor, está más allá, pero muerto"".

En ese momento a Jorge Castillo se le vino el mundo abajo. "Lo único que hice fue encomendarme al Señor", dice desde una cama del Hospital Rawson y deja correr un llanto estremecedor. El dolor que aún tiene por las quebraduras que sufrió en el codo derecho, en la clavícula izquierda y en la rodilla de ese costado no se compara con la pesadumbre que lleva por dentro, porque Ángel Danilo Castillo (14) era su mimado, por quien había pasado días y noches sin dormir, a quien acompañaba a todos lados, por quien había dejado de trabajar para encargarse de que su enfermedad en los riñones y el hígado estuviese controlada. Pero todo el esfuerzo se truncó para siempre esa mañana del 28 de junio pasado, cuando la ambulancia que todos los lunes, miércoles y viernes los trasladaba desde su casa en Zonda hasta el Hospital Rawson para que el niño se dializara fue embestida en Chimbas por un Chevrolet Corsa Classic, cuyo conductor, Rodrigo Fernando Díaz (18), iba corriendo una picada. El impacto en la intersección de las calles 25 de Mayo y Díaz fue tan fuerte que dos de los cuatro ocupantes no tuvieron escapatoria: Danilo murió prácticamente en el acto, mientras que Oviedo, otro paciente que habían pasado a buscar unas cuadras antes y que también iba a dializarse, perdió la vida al día siguiente.

"Mi hijo era un luchador, lo pinchaban, iba para acá, para allá, jamás se quejaba, siempre tratando de mejorarse de su enfermedad... ¿para qué? Para que venga alguien y se lo lleve así, es algo que no se puede creer. Se me podría haber ido en un quirófano, en un trasplante, pero nunca pensé que así", se lamenta Castillo, con la cara empapada en lágrimas. Dice que siente dolor, desconsuelo, pero que no guarda bronca, ni siquiera para con Rodrigo Díaz, quien tras el choque escapó en el VW Gol Trend de su rival en la picada, Diego Artazo (20), pero que luego fue detenido. "Cada uno sabe lo que hace. ¿Si lo perdonaría? Yo no soy el que juzga. Que se encargue la justicia divina, que es la más severa. Mi misión es luchar para que esto jamás vuelva a pasar, que sirva para que seamos conscientes. A Danilo nadie me lo va a devolver, es una herida que no cerrará nunca", dice. Y queda abatido cuando le cae la ficha de que nunca se podrá poner el lavadero que soñaba atender junto a su chiquito.