José María "Taka" Zabala (34) dice medio en broma y medio en serio que ahora tiene dos fechas de nacimiento: al 2 de marzo de 1986 se le sumó el 1 de mayo de 2020. "Festejo estar vivo, volví a nacer", expresa mientras baja la mirada sobre su cuerpo y se palpa las piernas, el abdomen y los brazos, como queriendo sentir cada parte de su organismo. 


El hockista estuvo al filo de la muerte tras el accidente que sufrió en su auto en Santa Lucía, pero hoy luce renovado y se muestra con muchas ganas de volver a calzarse la casaca de Estudiantil, el club de sus amores con el que fichó a principio de año. "Lo primero que quiero es sanarme al 100%, priorizo eso. Pero tengo muchas ganas de volver a jugar al hockey", sostiene. Aún lo aquejan algunos dolores, como cuando se levanta de la cama. Tampoco puede hacer fuerza y esta semana se someterá a una nueva cirugía para corregirle con injerto de piel el cierre de una herida en el abdomen.


Por eso dice que físicamente está "a un 80%", pero no se queja porque abrir los ojos y respirar para él ya es un milagro: pasó por 4 operaciones, salió de dos paros cardiorrespiratorios y estuvo 7 días en coma. Es más, a sus familiares el día posterior al accidente los hicieron entrar para que se despidieran, previo a una operación del hígado, el órgano más afectado en el choque. "Estaba mal, hinchado, frío y pálido, acostado en una camilla y tapado con una sábana. Entrarlo a despedir y después verlo así... nos parece chocante, lo ves y decís 'está acá'", dice Martín, su hermano, con los ojos bien abiertos. El "Taka" lo escucha atentamente y reconoce que se le pone la piel crespita: "Al principio no entendía nada, ahora caigo que podría haber muerto".

Juntos. "Taka" junto a Mayra y Catalina, pilares fundamentales en su rápida recuperación.


Para el goleador del Albiverde fueron muy importantes en su recuperación los dos pilares de su vida: su esposa Mayra Pozo y su hija Catalina, de 6 meses. Mayra es médica del Hospital Rawson y estuvo encima de él los 18 días que estuvo internado. Y cuando volvió a su casa su hija le movilizó cada fibra de su ser. "Cuando entré la sentí llorar. Yo no podía ni moverme, pero de sólo sentirla me hacía bien. Creo que ella me llevó a salir adelante", se emociona.


El hockista dice que del día del accidente sólo se acuerda cuando se subió a su Peugeot 207 y salió. Pretendía regresar a su casa de Santa Lucía, pero cuando transitaba por Sarmiento en dirección al Este, pasando Balaguer perdió el control del vehículo, se cruzó de carril y terminó estrellado contra un árbol. De eso asegura no recordar nada, ni tampoco saber qué causó el accidente. Al auto, que quedó totalmente destruido, sólo lo vio por una foto que publicó este diario. "Mi familia no me dejó verlo. Cuando vi la foto dije 'mierd...'. Doy gracias a Dios que iba solo y que ningún auto venía por el otro carril, porque podría haber matado a alguien", admite.


Todo eso quedó atrás y hoy está enfocado en la recuperación plena y en poder calzarse nuevamente los patines.