Máximo Thomsen (23), uno de los ocho rugbiers acusados del crimen de Fernando Báez Sosa, declaró ayer por primera vez en el juicio, pidió "disculpas", dijo que él "jamás" tuvo "intenciones de matar a alguien" y que reaccionó "tirando patadas" ante una "piña en el rostro", al tiempo que reconoció como propia la zapatilla con sangre de la víctima y que dejó su impronta en el rostro del joven asesinado. "Quiero pedir disculpas principalmente porque jamás, jamás en la vida se me hubiese ocurrido tener intenciones de matar a alguien. Yo jamás en la vida tuve esa intención y quiero pedir disculpas", sostuvo.

Fue el propio Thomsen quien pidió hablar luego de escuchar a su madre, Rosalía Zárate y quebrarse. "Jamás en la vida tuve intención de matar a nadie porque vengo escuchando todos los días que yo organicé, que soy líder", insistió. "No sé a quién, no sé a dónde, estoy seguro que una o dos patadas he pegado, pero jamás con la intención de matar a nadie", agregó luego.

Cuando Fernando Burlando, abogado de los padres de Fernando, tomó la palabra para preguntar, Thomsen lo frenó: "No me siento cómodo respondiendo a una persona que me insultó mucho, insultó a mi mamá". El abogado le preguntó por qué esa noche se cambió la ropa y lo quiso interrogar sobre lo que hicieron después con otros de los acusados, como por ejemplo ir a comer a McDonald's. Pero le dijo que no iba a responder.

Al término de la jornada, Burlando opinó sobre la declaración del rugbier. "Lo que dice que él vio está solo en su imaginación", dijo. "Es insólito. Nunca vi algo así. Se ha hundido él y ha hundido a todos sus compañeros", señaló luego, y consideró que la actitud de Thomsen "es una cobardía total". "A Fernando lo mataron de una manera cobarde, por la espalda", concluyó.