Dañino. El fuego devoró prácticamente todo. La familia Huaquinchay está recibiendo donaciones para reconstruir el merendero y su casa. Para comunicarse con ellos llamar al 2644573313 (Gustavo).

Nahuel Huaquinchay (22) deambula entre las cenizas y la chatarra de lo que alguna vez fue su hogar. La futura cicatriz de un corte en su brazo le recordará de por vida el día en que un devastador incendio destruyó su casa. Y no sólo eso, porque también echó a perder todas las cosas del merendero comunitario que allí funcionaba, en el que además de nutrir a los chicos del barrio, hacía las veces de contención para quien se acercara por una copa de leche.

El siniestro ocurrió cerca de las 5 de ayer, cuando Nahuel dormía junto a su pareja, Marcela Gallardo (18) y su bebe de 1 año y 7 meses en su casa ubicada en calle Gutiérrez, al Sur de Roque Saenz Peña, en el Barrio Eduardo Bustelo, en Alto de Sierra, Santa Lucía. Allí también vivía Jésica Castro (23), una vecina que por razones personales se encontraba conviviendo con ellos, junto a sus hijos de 4 y 2 años. 

Según el relato del chico (es changarín y relacionista público de un boliche), descansaba cuando su pareja lo despertó, alterada. "Me dijo que la casa estaba llena de humo, pero no le entendía. Cuando vino la nena de Jésica de la otra habitación vi el fuego en la pared y empezamos a salir", recordó. Tras ayudar a su familia y a la de Jésica a salir, se dio cuenta de un terrible detalle: el nene de 2 años todavía estaba adentro. Entonces a golpes de puño reventó las ventanas y pudo alcanzar al niño que lloraba adentro. Eso sí, sufrió un profundo corte en su brazo derecho con los vidrios rotos de la ventana, que requirió 8 puntos de sutura. Y el nene tuvo que ser llevado al hospital, donde estuvo en observación por inhalación de humo.

La policía cree que el siniestro se originó por una falla en una estufa.

Puestos todos a salvo, no les quedó otra que ver su casa arder. A los bomberos les llevó una hora extinguir las llamas, pero para entonces el daño era mayúsculo. Perdieron prácticamente todo: ropa, muebles, una heladera, un freezer, lavarropas, televisores y todo lo que el fuego encontró a su paso. Y no sólo golpeó a ellos, sino a todo el barrio, porque allí funcionaba el merendero "Creando Ilusiones", que tenía las puertas abiertas para quien se acercara. "Hemos perdido toda la mercadería que teníamos para los chicos y el freezer donde la guardábamos", dijo Nahuel, que atendía junto a Marcela el merendero fundado por su madre, Marcela Amarfil (41), junto a unas vecinas, hace dos años. El mismo sobrevivía gracias a donaciones y el esfuerzo de la familia. Ahora el futuro es incierto. "Antes les dábamos de comer a los chicos, ahora no hay nada", cerró.