El incendio pareció dar signos premonitorios, al menos así lo entendía la dueña de casa. ¿Por qué? Porque el martes le dieron una ganas inaguantables de llorar sin ninguna razón, y porque ayer al mediodía recibió la inesperada visita de un bombero voluntario para pedirle una colaboración. Dos hechos sin aparente conexión tenían sin embargo ayer un claro sentido para Brenda Páez (27 años, casada, ama de casa, tres hijos): "Ya me parecía que esto iba a pasar", dijo angustiada, mientras miraba las ruinas humeantes de los muebles y casi todo lo que tenía en su departamento, arrasado por un fuego implacable que recién fue controlado cuando había dejado secuelas muy dañinas.

Una cucheta, una cama, toda la ropa y los útiles escolares de los chicos, una cómoda, un televisor, el caloventor, una computadora, un equipo de música, mesas, sillas, algo de dinero que había ahorrado la familia, era ayer el balance parcial de las pérdidas, sin contar con los daños en la estructura de la vivienda.

El fuego comenzó alrededor de las 16,15 de ayer en el departamento 1-G, ubicado en el primer piso de la torre 1 del barrio Jardín Ferroviario, Chimbas. Allí viven Brenda, sus hijos Victoria (8), Ana Paula (5) y Benjamín (3), y su marido Gustavo Molina (38), el principal sostén de la casa con su trabajo de remisero.

Según los Molina y la policía, el fuego se inició en la habitación de los chicos por un posible cortocircuito a causa de un aparente recalentamiento en el enchufe del caloventor, que estaba encendido.

Cuando el siniestro se inició el único que no estaba en casa era el jefe de hogar. Y fue una de las niñas que dejaba la computadora para ir a dormir tras un llamado de su mamá, la que notó el humo en la habitación donde dormía el más pequeño de los chicos. Entonces la desesperación por rescatar al niño debajo de la cama (allí se metió por el miedo), los gritos para pedir ayuda y la impotencia de ver cómo el fuego, en minutos, consumía todo en esa habitación y se propagaba al resto de la vivienda, compuesta por otra habitación, la cocina-comedor y el baño, donde las llamas alcanzaron varios muebles y dejaron todo teñido de negro, hasta que llegaron los bomberos y controlaron el fuego.

"Por suerte mis hijos están todos bien, que es lo más importante", dijo ayer Brenda. A su lado, su marido Gustavo, miraba desconsolado la terrible escena: "si alguien quiere darnos una mano será bienvenida… qué se le va a hacer, habrá que empezar de nuevo", aseguró.