La repugnante e indignante revelación ocurrió el 15 de febrero de 2019. Ese día, la joven madre no hallaba su teléfono y para localizarlo tomó el de su hija (tenía 12 años), lo desbloqueó y llamó. Entonces le llamaron la atención los mensajes por Whatsapp entre la menor y su padre biológico, un sujeto con el que había convivido apenas 2 años y del que se separó cuando la nena tenía apenas 6 meses. Fue caerse de espaldas, porque los diálogos no eran entre un padre y una pequeña hija, sino expresiones groseras de neto corte sexual. Cuando llamó a ese sujeto (un exsoldado, hoy de 32 años), trató de confundir a la mujer diciéndole que le había prestado el teléfono a un amigo. Horas después admitió que los mensajes eran suyos, pero buscó manipular otra vez a la mujer diciéndole que la niña le había comentado de su debut sexual con otra persona.

Nada convenció a la mujer de denunciar a su ex, porque la niña ya le había contado que la había violado en la casa de su abuela cuando tenía 10 años, que le había mostrado películas pornográficas y que la sometió cada vez que pudo. Ya sabía también con qué clase de sujeto trataba, porque, cuando se separó de él, fue por sus agresiones, sus continuas descalificaciones porque ella no aprobaba sus ideas de hacer tríos o encuentros sexuales con otras parejas.

Alguien perverso, manipulador, inmaduro sexualmente, que ve a sus hijas (tiene otras además de la víctima) como "sujetos/cosas" destinadas a dar placer y no como "sujetos/niños". Y que no siente culpa ni arrepentimiento por lo que hace, fue el contundente diagnóstico de los psicólogos sobre la personalidad del imputado.

También resultaron comprometedoras para su suerte en el caso otras pruebas, como el informe del médico que revisó a la niña y el de los psicólogos, que detectaron altos niveles de angustia, miedo persecutorio con respecto a su padre (y los hombres en general), ese sujeto que con total indiferencia le preguntó por qué lloraba cuando la violó por primera vez, pues era normal que le doliera. O que un día se despachara con un "no vendría mal otro C (por su apellido) en la familia", sin importarle que su hija le dijera si estaba loco por pensar en tener un hijo con ella.

Tanta evidencia terminó por acorralar técnicamente a ese sujeto, que ayer ratificó su autoría delictiva en un juicio abreviado firmado con su defensor oficial Marcelo Salinas y el fiscal Daniel Galvani. En ese pacto, admitió que violó varias veces a su hija, que la corrompió sexualmente y que está de acuerdo con ser castigado a 15 años de cárcel.

El juez Juan Bautista Bueno de la Cruz (Sala II, Cámara Penal) deberá resolver si acepta o no esa propuesta. Si lo hace, no podrá imponerle una pena mayor al confeso corruptor de su hija.