Mario Mir (41 años, enfermero del Ejército) y su señora estaban sentados, charlando afuera, cerca de la puerta de ingreso a su tranquila casa del barrio Bella Vista, Pocito, cuando de la nada le aparecieron dos sujetos con armas y rostros cubiertos, que habían entrado aprovechando el portón abierto del garaje. Eran las diez de la noche del viernes cuando los delincuentes agarraban de los pelos a la mujer y a Mario lo encañonaban contra la pared, antes de meterlos atropelladamente a la vivienda. Fue ahí que se produjo uno de los momentos más violentos del asalto, porque el hijo mayor de Mario, de 14 años, reaccionó y quiso golpear al delincuente que maltrataba a su madre pero fue tumbado de una patada en el abdomen. Y Mario sufrió un corte en la frente y un fuerte golpe bajo el mentón con un mate de su propia casa, que casi lo desmayó cuando quiso defender a su familia. ‘Dame la plata, dame la plata’, fue la continua exigencia de los ladrones, que para entonces tenían refuerzos: en la casa también entraron otros dos cómplices, con armas y cubriendo sus rostros.
El asalto parecía encaminarse para los delincuentes, pero su sorpresiva y violenta entrada había sido observada por la hija menor de Mario, de 12 años, que jugaba con otros niños en la escalinata de una escuela frente a su domicilio. Y enseguida los vecinos, la niña y otros niños empezaron a gritar ‘policía, policía’ y a tirar piedras contra las rejas de la casa. Esa reacción, puso en fuga a los ladrones que se alzaron con una computadora, un anillo de oro y unos $1.300 de la familia antes de huir en dos motos.
‘Podríamos habernos quedado a vivir en Mendoza o en Buenos Aires y elegimos San Juan y Pocito porque nos parecía un lugar tranquilo, pero la realidad me demostró otra cosa. Alguien tiene que parar esta inseguridad, no puede ser que esto le pase a familias comunes, a gente trabajadora como nosotros’, dijo ayer Mir.