El pasado jueves, en la localidad de Villa Carmela, Tucumán, se vivió un momento que podría haber salido de una película de terror. La familia y amigos de un joven de 22 años se preparaban para darle el último adiós en un clima de dolor intenso, cuando de repente, la puerta de la casa se abrió y apareció un muchacho.
Con una sonrisa y sus palabras mágicas, “¡Estoy vivo!”, desató un caos total. Los presentes, en un primer momento, pensaron que estaban viendo un fantasma. ¡No era para menos! El joven a quien velaban era el mismo que hizo su aparición triunfal.
La historia detrás de este insólito suceso comenzó horas antes, cuando el chico se arrojó bajo un camión de caña en las cercanías de Alderetes. El cuerpo quedó sin identificar y fue reconocido erróneamente por una mujer que, tras una larga búsqueda, creyó que se trataba de su hijo. Con el visto bueno de las autoridades, se organizó el velorio.
El “resucitado” explicó a la policía que había salido de su casa para consumir drogas en Alderetes y, sin enterarse de lo que había pasado, regresó justo a tiempo para interrumpir su propio adiós. Este dramático malentendido expone la dura realidad de las familias que enfrentan el flagelo de las adicciones.
Como bien dijo María Laura García, una voz autorizada en el tema: “Es la realidad que viven las madres de los jóvenes adictos. Se van asegurando que van a hacer un trámite y no regresan más. Uno nunca sabe si están vivos o muertos. Es un drama”.
Ahora, mientras la familia se recupera del shock de la experiencia, el verdadero misterio persiste. El cuerpo en la morgue aún no tiene nombre y las autoridades continúan trabajando para identificar a la persona que realmente perdió la vida en ese trágico accidente. ¡Una historia digna de ser contada!

