La muerte de Kirchner reclama un tiempo para expresar el respeto que sentimos por su persona y para acompañar, en el dolor, a la presidenta, a sus familiares, a sus amigos y a todos los argentinos que se sintieron representados por él. También, respeto por un adversario difícil de vencer y tiempo para reflexionar desapasionadamente.
En el terreno de la reflexión, todos los políticos tenemos la obligación de pensar el mejor modo de garantizar la gobernabilidad, y el pronto establecimiento de las reglas de juego para las próximas elecciones. Se impone, también, un manejo de la economía que evite al país severos inconvenientes en el futuro.
Sería penoso que la disputa interna, como en otras oportunidades, continúe distrayendo la atención de gobernantes y opositores de un tema principal del que depende, en muy buena medida, la suerte de muchos argentinos. Si el Gobierno convoca a los sectores políticos y empresariales y da muestra de reflexión, serenidad, la economía se puede mantener con buen crecimiento.
En cambio, si el gobierno se aísla, el crecimiento económico puede verse afectado.
