Buenos Aires, 19 de diciembre.- Diez años atrás, y bajo la consigna de "Que se vayan todos", miles de argentinos salieron a protestar a la calle y a reclamar la renuncia del entonces presidente, Fernando De la Rúa.

El sonido de las cacerolas, que exigía el fin de la restricción financiera conocida luego como "corralito", retumbaba en las esquinas y se confundía con los gritos de enojo e indignación.

En medio del caos que se había desatado, empezaron los saqueos en distintos puntos del país: un grupo de personas armada con palos aprovechó para desvalijar supermercados y toda clase de locales. El miedo, el descontrol y la furia se mezclaban con una sensación de desconcierto generalizado.

Esa noche, De la Rúa decretó estado de sitio. La medida, no obstante, no logró pacificar la situación y, durante la madrugada del 20, cientos de personas se congregaron en Plaza y Mayo y frente a la casa del entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, que terminó por renunciar.

La Casa Rosada amaneció cercada por vallas y, cerca del mediodía, la protección se extendió a la Plaza, desde donde la Policía reprimió a quienes seguían manifestándose. Gases lacrimógenos, balas de goma y camiones hidrantes se utilizaron para disipar a la multitud, que intentó resistir con palos, pintura y piedras. Ese día, murieron 39 argentinos.

Eran las 4 de la tarde cuando el presidente De la Rúa llamó al diálogo a través de un discurso transmitido por Cadena Nacional y aseguró que no renunciaría. Tres horas más tarde, sin embargo, tuvo que dimitir y abandonó la Casa Rosada en helicóptero.