Entre el cigarrillo medio consumido de Carlitos Gardel y el clásico ademán discursivo de Eva Perón, estaba él. Sentado con el bastón a su lado. El párpado derecho levemente caído. Y el acoso de los lectores que no pudieron conocerlo en vida, pero igualmente se conmovieron ante la verosimilitud de la escultura expuesta en la recepción de la 29ª Feria del Libro de Santiago de Chile, la semana pasada. El marco no hacía más que anticipar lo que en el interior del recinto aguardaba a los visitantes.
En medio del stand argentino, las portadas con el fuelle desplegado de Piazzolla se combinaban con alguna otra ilustración muy cara para la cultura criolla. Fuera de los escaparates, de pie sobre la alfombra roja del pabellón, estaba ella. En ese rincón, su cabello blanco fue signo unívoco de su identidad. Era aquella mujer que protagonizó numerosas tapas de revistas que la tildaron de ser "la dueña de Borges". La frágil María Kodama irradiaba una calidez raramente descripta por los círculos intelectuales que la abordaron periodísticamente.
"¿Ahora? ¿Aquí?", preguntó sorprendida. No se negó a cruzar un par de palabras con el joven cronista sanjuanino, pese a que -era evidente- no se trataba de un avezado lector borgiano. De esta manera, la viuda del escritor demostró ser capaz de saltar prejuicios. Saludó a un par de personas que se acercaron hasta ella. Y se preparó para contestar frente al grabador encendido. "El texto es algo que está vivo. Los lectores le dan vida y proyectan su propia vida a veces en los textos", opinó.
Si hay o no un nuevo Borges, Kodama prefirió no dictar sentencia. "Borges alcanzó la notoriedad cuando tenía casi 60 años. Supongo que habrá que esperar las nuevas generaciones hasta que cumplan 50 ó 60 años, para que surjan y tengan la fuerza que logró Borges. Entonces es prematuro hablar de que hay o que no hay. El tiempo dirá", afirmó.
En Santiago de Chile, María Kodama tomó cinco minutos de su agenda para hablar con un sanjuanino. El último tema de conversación era casi natural: Domingo Faustino Sarmiento. "Borges lo admiraba. Siempre decía que había sido un error tomar como libro de cabecera el Martín Fierro, porque para él era la base de cosas que no eran positivas para la gente, como por ejemplo los consejos del Viejo Vizcacha. En cambio él pensaba que si hubiéramos tomado como libro de cabecera la obra de Sarmiento, hubiera sido otro nuestro destino".
La referencia a Borges fue permanente, aún cuando la pregunta fue acerca de su propia opinión sobre el máximo exponente de la intelectualidad sanjuanina: "Él consideraba -y yo estoy de acuerdo con eso- que hay algo esencial: hay que educar al soberano. El soberano es el pueblo y si no se lo educa, si no se busca una exigencia en esa educación, se destruye todo".