De haber sabido lo que pasaría unas horas después, muchos no habrían salido de Manantiales con tanto brío, taloneando las mulas y dejando los pulmones en cada Viva la Patria. Al mediodía exacto de ayer, cuando el contingente del Cruce de Los Andes en el año del Bicentenario de la Patria arengaba su propia partida en cabalgata, la mayoría aún desconocía que el trayecto hasta Las Frías sería casi una moledora de huesos. De todos modos, ya en el lugar, con la cara quemada, la cabeza latiendo por la falta de oxígeno y un agotamiento evidente, todos celebraban que hubiera valido la pena semejante esfuerzo.
Todo arrancó minutos después de las 7, con un acto formal en el Escuadrón 26 de Gendarmería Nacional, en Barreal. Luego vino el traslado en 25 movilidades 4×4, con una posta breve en Las Hornillas (hito histórico) y un ascenso pronunciado por la montaña hasta Manantiales. En sólo 1 hora se había ascendido de 2.000 a 3.000 metros de altitud.
En Manantiales empezó lo más emocionante: recibir cada uno su mula, prepararla, ensillarla y montarla. Tras unos sánguches de milanesa, una avanzada de jinetes, encabezada por el gobernador Gioja, recorrió parte del valle verde, con la cordillera nevada de fondo, portando tres banderas: la argentina, la chilena y la canadiense, dado que del segundo país participa una comitiva de funcionarios, y del tercero, el Embajador y su esposa. La marcha arrancó a las 12 en punto y los más rezagados llegaron 4 horas después a Las Frías, un valle ubicado a 3.600 metros sobre el nivel del mar.
En el camino hubo varios incidentes menores: la diputada bonaerense Bidogain
se apunó y hubo que asistirla médicamente; a muchos primerizos, los gendarmes debieron encincharles varias veces la montura y volver a colocar el freno a los animales; y la cabalgata, que tuvo ascensos y bajadas pronunciadísimos, terminó prácticamente a paso de hombre.
De todos modos, tanto Gioja como el intendente Marcelo Lima destacaban que la marcha se había hecho realmente rápido, casi una hora menos de lo previsto, por dos motivos principales: hubo una sola parada en el camino y cada salida fue totalmente puntual.
Tras desensillar y tomar té con sopaipillas, muchos debieron elongar (y una chica de la comitiva hasta se puso a practicar yoga entre los aperos de las mulas) para recuperar el estado físico. Y después del arrío de la bandera, que se produjo a las 19, vino una guitarreada en la que se sacaron chispas un gendarme y un soldado, ambos muy virtuosos, como antesala de la cena.