‘Las discusiones en España son eternas‘, se le escuchó decir a un taxista en ese país; ‘la independencia catalana, el fútbol y la situación económica en general trepan al podio de los debates‘, amplió el chofer. A pesar de la crudeza del detalle, y a juzgar por lo que este periodista pudo ver, Barcelona es poco menos que el paraíso para quienes esperan orden, belleza y limpieza de un lugar turístico. La queja del taxista y varios españoles puede ser verdad, pero no se ve en las calles, todo lo contrario. En medio de esa aparente gran contradicción, una delegación sanjuanina -integrada por el intendente y el secretario de Producción pocitanos, Fabio Aballay y Antonio Fernández respectivamente, más un funcionario del Gobierno provincial, productores vitícolas y hortícolas de Pocito, Rawson y Santa Lucía- estuvo cuatro días recorriendo zonas productivas españolas bajo el objetivo de desenmarañar e intentar imitar la forma en la que el cooperativismo salvó a los viticultores de la zona del Penedés español. Y DIARIO DE CUYO participó de esta experiencia.

Los sanjuaninos conocieron la cooperativa Cevipe, que es la más grande de la zona al agrupar a unos 2.500 pequeños productores de uvas. Fabrican como muchos otros grupos de la zona el ‘Cava‘, denominación de origen de lo que en Argentina sería el ‘Espumoso‘ o, en el caso de los franceses, el ‘Champagne‘. Los integrantes de la comitiva escucharon con atención cada charla y se mostraron entusiasmados con el ejemplo español -o catalán, como les gusta decir a los que sienten la independencia en la sangre-, aunque el tiempo dirá si deciden imitarlo o no. En el municipio de Pocito entienden que es la salida a los dramas que tienen los productores sanjuaninos y por eso empujaron la misión que también pasará por la zona de los Pirineos franceses, donde observarán la experiencia comercializadora, para culminar el 5 de septiembre.

Con precisión, la delegación de 18 productores sanjuaninos hizo base en un hotel de Arbós -en catalán L’arboc- que es un pueblo dentro del municipio de Cataluña, perteneciente a la provincia de Tarragona, en el Bajo Penedés, a unos 70 kilómetros al suroeste de Barcelona. La actividad en toda la región geográfica del Penedés es agrícola y la viticultura ocupa el 70% de esa masa productiva. El pueblo tiene unos 5.500 habitantes, similar en densidad poblacional a Ullum o Iglesia. Los españoles aprovecharon la influencia arquitectónica modernista que dejó fabulosos edificios antiguos sobre los que, por ejemplo, se levantan hoy inmensas bodegas que dan lugar al enoturismo, otra variante del negocio del vino. Todo lo que se mueve en Arbós tiene que ver con la vitivinicultura y dentro de ese rubro sobresale el Cava que es un espumoso cuya denominación de origen surgió hace décadas luego de que algunos empresarios franceses, con el apoyo de la comunidad europea, acaparasen la denominación ‘champagne‘, según explicó Marcelo Fretes, subdirector de Desarrollo Agrícola del Ministerio de la Producción, quien gestionó las visitas y acompaña al grupo. En todo el Penedés no hay parrales altos como se conocen en San Juan, hay pequeñas viñas dispersas por todas partes ya que no les queda mucho espacio físico para poder sembrar en grandes extensiones. No tienen canales ni regadíos porque riegan las plantas sólo con la ayuda de la lluvia; muy pocos productores han hecho perforaciones para poder hidratar su cosecha. Antiguamente, según explicó Xavier Ferré, presidente de la cooperativa Cevipe, ‘llovía unos 500 a 600 milímetros al año; hoy no llegamos a los 400‘. ¿Por qué? preguntó alguien, ‘el calentamiento global‘, respondió el hombre. No cosechan a mano, lo hacen con máquinas en el 90 por ciento de los casos. ‘Los costos al fin mandan‘, describió el catalán. Calculan que el rendimiento de los parrales no supera los 9 mil kilos al año, nivel muy bajo si se lo compara con San Juan, por ejemplo, donde el promedio suele ser de 15 mil. Las viñas están más separadas y usan menos plantas por hilera de parras, de ahí la gran diferencia en cuanto al rinde anual. Dicen que el precio del kilo de uva está sobre los 0.3 o 0.4 centavos de euro, lo que traducido a moneda nacional iría de 3.313 a los 4.417 pesos -según cotización oficial al viernes 29-. Aseguran que cada productor debe quedarse al final de año con unos 2 mil o 3 mil euros por hectárea en la mano para que el negocio le sea rentable. En el caso de la injerencia del Estado sobre esta producción, es mínima pero fundamental: si un agricultor quiere plantar uvas, tiene que pedir permiso a los organismos oficiales y es el Estado el que lo autoriza, tanto la variedad, la extensión y hasta las ampliaciones de las fincas por compras entre privados. Aunque parezca chocante, es la forma que han encontrado para controlar de alguna forma las existencias que una vez disparadas pueden deprimir el mercado. Y a propósito de la comercialización, es una de las patas que más les cerró a los viticultores que integran la misión sanjuanina, los españoles tienen toda su cosecha vendida antes de empezar cada temporada, porque hay un organismo de la cooperativa de segundo grado que se encarga de venderla. No les cobran extra por eso, y generalmente terminan obteniendo un precio parecido todos los integrantes del emprendimiento. Sus cosechas son analizadas por la conducción de la Cooperativa, y de ahí sale el precio final de los productos. Hoy están exportando a unos 24 países de todo el mundo. Calculan que el 60% de los productores vitícolas de la zona del Penedés español trabajan con la Cooperativa, y el resto hace negocios de forma individual. Quienes no están bajo integración grupal deben negociar solos con los grandes exportadores y responder por alguna mala cosecha, por las inclemencias del tiempo o enfermedades, cuestión que no ocurre con los cooperativistas: es la Cooperativa la que sale a responder por ellos, porque una vez que la uva entró en manos de la asociación, ya no es del productor, es de la Cooperativa, con las obligaciones y satisfacciones que eso implica.

CEVIPE

El Centro Vitivinícola del Penedés es una cooperativa de segundo grado que agrupa a otras 13 más chicas, llamadas de primer grado, que eligen por voto a dos representantes, quienes a su vez, votan para elegir conducción de la cooperativa de segundo grado, cargo que se reelige cada 4 años. No hay periodicidad, por tanto una persona se puede quedar el tiempo que sea votado por los socios. De hecho, Ferré ya lleva dos mandatos. El sistema, al menos en las apariencias, es de pirámide invertida: todos los socios le indican qué hacer a la autoridad máxima, es decir, están en la parte más alta de la pirámide de jerarquías a pesar de ser muchos más. En Cevipe han optado por unidades de negocios adicionales a la producción de uvas, industrialización y venta del vino. Compran agroquímicos y combustibles para todos los socios y logran así bajar los precios con respecto a las compras individuales. También negocian el precio de la venta de la uva y el vino en conjunto, por tanto si la cooperativa logró tal o cual precio, eso debe respetarse. Los socios tienen que vender toda la uva a la Cooperativa, eso para evitar que alguien se deje la mejor uva y termine vendiendo lo de menor calidad a la Cooperativa. No tienen poder de mando sobre las cooperativas más chicas, pero sí una legislación que obliga a esas organizaciones más chicas a seguir ciertos parámetros para no tener problemas con la administración de la cooperativa, ya sea de primer o segundo grado, o con la Justicia misma. También se ha registrado casos de este tipo.