Uno de los temas que merecen análisis, porque esa experiencia nos roza en la explotación minera actual y futura, es lo que está pasando con los petroleros del sur. La increíble, inesperada, violenta y permanente caída de los precios del crudo chocó con los altos costos de producción poniendo en riesgo el 40% del volumen que se exporta y en consecuencia decenas de miles de puestos de trabajo. ¿Qué pasó? Algo distinto de lo que ocurre con otros productores-exportadores, porque si bien problemas hay en todos lados (pregunten si no en Venezuela) aquí la cosa parece más grave. Ocurre que los costos, un rubro sobre el que hay que estar siempre encima, fueron subiendo en la misma medida que los precios suponiendo que estos seguirían una eterna curva ascendente. Para colmo, subas en dólares porque, como es sabido, una tasa de cambio prácticamente fija o lo que fue peor, negativa, se mantuvo durante casi tanto tiempo como en la convertibilidad con el resultado conocido de fuerte pérdida de competitividad y exportaciones. Una prueba de que el fenómeno persiste son las recientes vacaciones masivas de argentinos en el exterior.

Los expertos saben que los costos se deben calcular observando períodos largos y valores medios en esos lapsos. No haciéndolo así, como los costos suelen ser poco flexibles a la baja, cuando los precios caen se produce el mismo fenómeno que está sufriendo la industria vitivinícola, el valor de producir es más alto que el de vender. Peor aún con un sistema de alta inflación que encubre éste y otros problemas que van apareciendo uno tras otro. Esto es bueno que sea comprendido por los gremios, sobre todo porque la costumbre es distinta a la de países en los cuales los sindicatos velan prioritariamente por el sostén de las fuentes de trabajo antes que por incrementos en los sueldos. Este camino conduce las más de las veces a la quiebra de las empresas, a las intensas reducciones de personal o a los salvatajes estatales tipo Aerolíneas. Esas pérdidas se equilibran entonces con más impuestos o emisión monetaria que causa más inflación y así hasta que alguien pone freno. Respecto de la minería de metales, debemos aprender que son materias primas sujetas a vaivenes extremos que dependen de factores tan variados y raros que salen de nuestro control y escapan hasta a las buenas políticas macro. Para citar una cadena reciente de sucesos, recordemos que una larga especulación en USA sobre hipotecas sobrevaluadas explotó en 2008, eso retrajo la economía de los países desarrollados, la gente huyó de inversiones en papeles aunque fueran papel moneda, se refugió en los metales y hasta en la soja y eso hizo subir tanto los precios que el oro llegó a tocar 1.800 dólares la onza y el petróleo 145 el barril. Hoy está, uno, en más o menos 1.100 y el hidrocarburo ¡apenas arriba de 30! Imaginen aquel descubrimiento con el cual el gobierno pasado justificó la expropiación de acciones de YPF, el yacimiento de Vaca Muerta, ¡es viable mientras el precio esté por encima de 70! La indemnización fue con bonos a futuro por varios miles de millones seguramente calculando que el petróleo no convencional a extraer mantendría o subiría su precio a medida que con el tiempo fueran disminuyendo las reservas mundiales y ahora cuando caigan los vencimientos posiblemente se deba sacar plata de otro lado porque se habla de que pasarán no menos de 10 años para que el crudo vuelva a subir. Conclusión: si como todos deseamos San Juan es y será por mucho tiempo una provincia minera metalífera, debemos acostumbrarnos a estos análisis, tanto los gobiernos, las empresas, los proveedores y hasta los periodistas.

Otra emergente que por suerte no golpeará tanto a las provincias como a Capital y Buenos Aires es la tarifa eléctrica. ¿Qué idea llevó a los funcionarios anteriores a una política absurda de subsidiar a los más ricos? Imposible de saber porque es realmente incomprensible. Sabíamos (y lo había denunciado gente seria como la de la UCA con cuadros comparativos y demás), que esto ocurría pero jamás pensamos, por lo menos en nuestro caso, que el consumo promedio de la zona de mayor poder adquisitivo en todo el territorio era de 700 kw/mes y que por ello pagaban bimestralmente 50 pesos, o sea, 25 por mes. Una boleta similar aquí estaba pagando, también subsidiada, unos 170 mensuales, es decir, el 680% más. El doble quitando el subsidio. 25 pesos para la energía cuando no hay plan alguno de telefonía celular tan barato. Quiero creer que se entiende la diferencia entre prender un equipo de aire acondicionado y mandar mensajes de texto tipo tkm. Lo más exótico de todo (no sé qué otra palabra usar) es notar que se favoreció los distritos en que perdieron las elecciones y no en los que el gobierno ganó.

Un detalle no menos delicado de la boleta de la luz es la parte derecha de la factura. Prácticamente todos los ítems son porcentuales del subtotal energía y terminan sumando un monto similar. Por lógica este ‘enganche‘ hará que se registre un alza automático de las tasas municipales que están ‘colgadas‘ de la boleta. Salvo que los intendentes, sensibles al fuerte cambio, reajusten las alícuotas. Difícil, pero nada es imposible.