En realidad la charla no tenía razones para hacer escala en el tema previsional. Sin embargo, la abogada se dedica al asunto, entre otras cosas. Y la mención fue inevitable. Escritorio de por medio, el trabajador treintón se sintió desacomodado: hablar de jubilación, aún para aquel que suma sus primeros años de aportes y ve muy lejos los 65 años de edad, no debería ser un tema menor. Pero está lejos todavía.

Hay quienes aseguran que las coincidencias no existen. Tal vez por esa misma razón el tema jubilación lo había estado rondando desde hacía unos días. Tres jornadas antes de la conversación con la letrada, el mismo trabajador fue interpelado por un jubilado militante del "82 por ciento móvil", acerca de qué le parecía que se destinaran fondos de Anses para la obra pública o cualquier otro destino que no fuera su misión original que es precisamente la de garantizar haberes dignos a los adultos mayores.

Hasta el dique Punta Negra terminó en la bolsa de los gastos tachados por el jubilado. Y fue difícil convencerlo de lo contrario, de que la obra hidroeléctrica es estratégica y que los recursos de Anses en realidad sirven para "financiar" y no para "pagar" directamente. La semántica poco pudo contra los argumentos de las canas.

Entonces el treintón tuvo que reconocer que, en el fondo, mirando hacia su propio futuro, veía que la jubilación sería sólo un magro ingreso. Un par de billetes sin importar lo mucho o poco que pudiese aportar durante sus años de actividad. Y cayó repentinamente en la cuenta: había asumido hace tiempo -sin saberlo aún- que jubilación es sinónimo de olvido.

Hizo un racconto y vinieron a su mente las imágenes de TV de los años ’90. Aquel personaje que los pibes de hoy no conocerán: Norma Plá y sus ollas populares, sus protestas públicas, su aguerrido discurso despojado de cualquier pretensión de intelectualidad pero fuertemente armado con el sentido común. Las lágrimas del entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo.

En aquellos años el adolescente -hoy convertido en treintón- jubiló sus esperanzas. Algo así como una operación inconsciente que lo sepultó en el absoluto escepticismo respecto del sistema previsional argentino.

Pertenece a la generación que comenzó su vida laboral antes de cumplir los 20 años de edad y no tuvo chances de optar por el sistema de reparto sino que fue absorbido automáticamente por una administradora de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP). La historia reciente, por todos conocida, hizo que ese mismo trabajador fuera llevado por decisión política del Congreso a la caja del Estado.

Desacomodado, el treintón bajó de sus recuerdos y regresó súbitamente a la charla con la abogada. Ella le contó que Anses está pagando -lento- las diferencias que ordena la Corte Suprema de Justicia de la Nación en aquellos casos de jubilados que han llevado su reclamo de movilidad ante los tribunales.

La abogada le dio un consejo: que vaya juntando plata por su propia cuenta, porque nada hace suponer que en el futuro el retiro dejará de ser lo que es hoy. La misma recomendación que les da a todos sus clientes en actividad. Duele reconocerlo: la esperanza se jubiló.