Dicen los que tienen buena memoria, que el hombre, hace unos 40 años, tuvo la idea estrafalaria de imponer la obligación de utilizar casco cuando se circulara en moto en San Juan. Y que el mítico sindicalista Héctor Sánchez había rivalizado con esa idea, por entender que semejante imposición iba en contra de la economía del trabajador de escasos recursos que debía movilizarse en un vehículo de bajo costo. Por esas vueltas de la vida, el hombre sigue hoy empecinado con causas difíciles, de resultados a largo plazo. Con el físico cansado, seguramente, pero con el temperamento intacto.

Detrás de las arrugas cosechadas con el paso del tiempo, Ramón encabeza uno de los centros de jubilados y pensionados que no bajan los brazos en la lucha por el "82 por ciento móvil", una pelea que el gobierno nacional pretendió calmar con la ley de movilidad sancionada el año pasado.

"Esto no es político ni nada por el estilo. Hay otras provincias que ahora tienen el 82 por ciento porque sus gobernantes lo han pedido directamente a la Presidencia y ahora lo tienen. Es algo que nos corresponde. Algo que nos quitaron en los años ’90", dijo el militante de los abuelos.

Si hacía falta, lo aclaró: no les conformó en absoluto la movilidad de jubilaciones K. "Para nosotros es una ley inconstitucional. Este año nos han aumentado un 7 por ciento. Eso nos sirve, hay que recibirlo, pero hay que ir por más", agregó el hombre.

Según Ramón, el 90 por ciento de los jubilados en San Juan gana la mínima, que no excede los 800 pesos mensuales. Eso, sumado a la demanda de medicamentos propios de la vejez, hace todavía más lejana la posibilidad de reposar el físico sin sobresaltos.

Aunque las piernas no les acompañen, la cabeza no entiende de limitaciones óseas o musculares que aparecieron de tanto vivir. Entonces el dolor se acomoda con algún analgésico fiado por el farmacéutico amigo. Con la ayuda del bastón, se acomodan el camisaco los señores, el batón las señoras, y ganan la calle. No son muchos. No podrían serlo con tanta cuesta arriba que les puso la realidad que les tocó. Pero se hacen escuchar. De los que pasan a su lado inconmovibles, depende el resto. Porque la vejez, aquello que parece tan lejano, llega irremediablemente. Mejor dicho: llega, felizmente.