Cuando sufrió el último episodio coronario destacados profesionales médicos de San Juan analizaban en una nota con DIARIO DE CUYO que la afección cardíaca de Néstor Kirchner "era médicamente controlable porque la medicina y la farmacología había avanzado mucho en los últimos tiempos". Sin embargo, todos coincidían en que el ex presidente tenía que "bajar un cambio". Que podía seguir ocupando el centro de la escena política nacional, pero aconsejaban dejar de lado sus discursos vehementes y ansiedad por ser permanentemente protagonista. Pero era mucho pedirle a la sangre caliente del pingüino de Calafate. Aunque en último acto público en Santa Cruz en apoyo al gobernador Daniel Peralta, dio señales de que podía dejar de lado una eventual candidatura presidencial para 2011 y hasta aseguró que cambiaría su domicilio a Santa Cruz, su actividad política partidaria, la permanente defensa del Gobierno y las urgencias en la Unasur, lo mantuvo al pie del cañón y casi no bajó el ritmo. Y su corazón le pasó factura. Esto resume la personalidad de Néstor Kirchner. Un hombre de fuertes convicciones, incansable e incaudicable que imprimió un sello personal a la política argentina y dejó su huella al estilo caudillo en el PJ. Fue una figura preponderante que aceptó todos los desafíos y aún cuando todos lo daban por vencido, luego de perder las elecciones legislativas del 28 de junio de 2009 en manos de Fracisco De Narváez, se replegó para luego resurgir con la fuerza del Ave Fénix, a tal punto que volvió a instalarse en el podio de las preferencias políticas de gran parte de los argentinos. Eso quedó en evidencia durante su última visita a San Juan el 2 y 3 de agosto cuando la presidenta inauguró una escuela en Chimbas en la víspera de la Cumbre del Mercosur. Kirchner dirigió, sin hablar, el acto que compartió con Cristina, con José Luis Gioja y con los gobernadores, Celso Jaque y Beder Herrera, se robó todos los aplausos y las preferencias del coro de jóvenes estudiantes y militantes que gritaban, el clásico olé, olé, ole, olé, Néstor, Néstor. Para la, oposición era el hombre a vencer en las próximas elecciones y nadie lo veía fuera del ruedo.

Todo esto hizo de Néstor Kirchner el político más poderoso de Argentina en la última década. Para muchos, especialmente la prensa extranjera, él era el que estaba detrás de cada una de las decisiones de la presidenta y esposa, Cristina Fernández. Su discurso sin rodeos le trajo no pocos conflictos internos e internacionales. En el plano local mantuvo un fuerte enfrentamiento con la Iglesia y hacia afuera fue un detractor del FMI y duro crítico de las Naciones Unidas.

El tres veces gobernador de Santa Cruz, llegó a la presidencia en el 2003 con el padrinazgo de Eduardo Duhalde y con poco capital político y un apoyo en las urnas de sólo el 22 por ciento de los votos. Pero rápidamente logró el apoyo de muchos argentinos y construyó una amplia red de poder, con una economía que crecía con fuerza en un país que se recuperaba de la peor crisis de su historia y con una política de derechos humanos que buscó poner tras las rejas a los represores de la última dictadura militar.

Al terminar su mandato, en el 2007, decidió estratégicamente ceder la candidatura presidencial del partido peronista a su esposa, quien ganó los comicios con más del 50 por ciento de los votos.

Pero la popularidad de Fernández comenzó a deteriorarse apenas unos meses después de llegar al poder, en medio de un prolongado conflicto con el campo, lo que arrastró también la imagen de Kirchner.

En los últimos meses, la llamada "pareja presidencial" comenzó a recuperar posiciones en las encuestas. Y hasta no se descartaba una fórmula Kirchner-Kirchner. Ahora, con su partida quedan muchos interrogantes sobre el gobierno, el PJ, y sobre su heredero en el kirchnerismo.