Fue la escena repetida en las rondas de muchas familias y grupos de amigos. Como llegaron temprano, a eso de las 16, y la Presidenta arribó al Auditorio poco antes de las 19, enfrentaron la espera a puro mate. “Es para matar el tiempo”, dijo Marta Vedia, de Pocito, quien había ido a ver a Cristina con sus 2 hijas. “Siempre está. Es infaltable”, aseguró Noelia Quiroga, quien le cebaba un “amargo” a su amiga Noelia León.
El hecho de que estuviera presente el mate condujo a que los vendedores que desfilaron por las inmediaciones del Auditorio tuvieran una jornada positiva y pudieran vender sus semitas, tortitas y masitas. A eso de las 18, Alberto Mercado, que se paseó en su bici con su mercadería, aseguraba que la tarde “iba bien” en ventas.
En las rondas, el mate no sólo circuló entre los familiares y amigos, sino que fue una fuente de comunión, ya que también sirvió para invitar a desconocidos. Inclusive una mujer, que por vergüenza no quiso revelar su nombre, dijo entre risas que quiso “extorsionar” con un “mate bien rico” a un guardia de la custodia presidencial para que le hiciera llegar su carta, con un pedido especial, a Cristina.
Ese fue otro de los ítems que reinó durante la espera del discurso de la Presidenta. La gente buscó y rastreó incesantemente a las personas que pudieran acercarle la misiva a la Jefa de Estado. En la mira estaban aquellos que tuvieran preferentemente trajes negros, ya que los asociaban con la custodia presidencial. Así fue que encararon a policías, periodistas u otros simples asistentes, quienes tenían que aclarar que no tenían ningún tipo de contacto ni podían hacer llegar el pedido. El reclamo que más se repitió era por una vivienda propia. Inclusive, mucha gente ni siquiera pudo entrar al foyer, desde donde estuvo la chance de estar cerca de la Presidenta cuando se retiró del auditorio.