Caminaba encorvado, entre las mesas y los electores. Es que le costaba soportar el peso de una bolsa de harina que llevaba colgando en el hombro y que era bastante más grande que su espalda. Aunque tuvo que levantarse temprano un domingo para trabajar, le sonreía a la gente que lo miraba mientras publicitaba sus ‘semitas caseras recién horneadas‘. Así, Federico Britos, de 10 años, recorrió las escuelas para juntar una a una las monedas de 50 centavos y poder ahorrar para seguir yendo al colegio.
‘Mi abuelo hace las semitas y yo salgo a venderlas. Vine porque en las elecciones pasadas las vendí todas y ahora espero volver a tener suerte‘, contó el nene mientras recorría la escuela Mercedes San Martín de Balcarce, de Rawson.
Con un pantalón azul manchado con tierra en las rodillas, pero impecablemente peinado, Federico llegó a la escuela a las 8 y no paró de vender. A pesar de que aprovecha las elecciones, la tarea para él es más cotidiana que la realización de los comicios. Es que todos los días, por la mañana, va a la escuela Provincia de Santa Fe y, por la tarde, recorre casas y negocios de la zona vendiendo. Así junta dinero para poder seguir cursando y para que su abuelo pueda seguir comprando la harina para continuar la venta.
La vida de Federico no es fácil. Su papá lo abandonó hace años y desde que su mamá falleció, el nene vive con su abuelo, su abuela y sus 5 hermanos. Es el más chiquito de la familia y el único que vende la producción familiar. Dice que disfruta el poder salir a trabajar, porque así ayuda a su abuelo, quien se levanta muy temprano para amasar.
A diferencia de todos los que estaban a su alrededor, el objetivo del niño durante la jornada cívica no era conocer los resultados de las elecciones, sino vender todo lo que llevaba en la bolsa lo más rápido posible, para poder volver a su casa a almorzar con su familia. Gracias a su simpatía, lo estaba logrando. Es que, sobre todo los fiscales y presidentes de mesa, lo veían pasar y lo llamaban con el brazo o con un movimiento de cabeza para comprar una semita que acompañara el café, una buena opción en la mañana nublada y fresca.
Tras recorrer varias escuelas en dos elecciones, Federico conoce lo que se siente al estar entre medio de las urnas, pero todavía no quiere saber nada con votar. ‘No, no quiero votar, todavía soy chico‘, dijo levantando el brazo y revoleando la mano hacia atrás de la cabeza. Sin embargo, sí tiene claro qué quiere ser cuándo sea grande. ‘Cuando termine la escuela quiero estudiar para ser policía, como la Alejandra, mi hermana más grande‘, aseguró con firmeza antes de levantar la bolsa que había dejado sobre el suelo, para seguir vendiendo.

