Al ver la publicidad de cigarrillos de los ‘70 en la que actuaba Marie Anne Erize, su hermano, Esteban, se quebró. “Es como tenerla viva”, dijo con la voz entrecortada, al tiempo que remarcaba los valores que sustentaban a su hermana: la solidaridad, la defensa de los pobres, los indefensos y los que menos tienen. “Marie Anne era un sol que intentaron tapar con las manos”, resaltó Yolanda María, la hermana mayor. El tierno recuerdo de la joven argentina-francesa desaparecida el 15 de octubre de 1976, que pasó del modelaje a la militancia social en Montoneros, sobrevoló en la reanudación de las audiencias del megajuicio por delitos de lesa humanidad en el Tribunal Oral Federal. Y la emoción de los 2 hermanos por su memoria se mezcló con el terrible dolor de no saber qué fue de su destino. “Es la agonía de la búsqueda”, resumió Yolanda.
La desaparición de Erize, quien fue secuestrada por un grupo de tareas en la esquina de la bicicletería Palacios, de Abraham Tapia y General Acha, representa un caso de repercusión internacional. El Estado francés tuvo una especial interés sobre la situación de sus ciudadanos (la joven tenía la doble ciudadanía) durante la última dictadura militar, tal cual lo refleja el hecho de que haya contratado a un abogado para investigar la situación de las víctimas y que la Justicia haya librado una orden de captura contra el principal sospechoso de su atentado, el exmilitar Jorge Olivera. Ayer este último no estuvo presente, alegando problemas de salud, y fue la primera vez que los familiares de Erize hablaron públicamente sobre la vida de su hermana.
En todo momento, resaltaron que Marie Anne no era una joven violenta ni que usaba armas, característica que reforzaron con los testimonios que plasmaron sus conocidos en el libro de Philppe Broussard. Esteban explicó que provienen de una familia católica, “en el que hay un concepto de justicia social, por lo que hay que analizar la vida de Marie Anne en ese contexto”. Por su parte, Yolanda agregó que en los años 60 y 70, la fe católica estuvo impregnada de la doctrina social de la Iglesia y la influencia de los sacerdotes tercermundistas en el campo social. Así fue que recordaron que su hermana realizó tareas educativas en la Villa de Bajo Belgrano, cercana a su casa en Buenos Aires, y que luego trabajó con el padre Carlos Mujica (asesinado a balazos en 1974), en la Villa 31. “Fue una militante de la vida, el amor y la solidaridad”, destacó con emoción Yolanda, mientras que Esteban rememoró la última conversación que tuvo su madre con Marie Anne en la que le pedía, por lo cruento del accionar represivo, que viajara a Francia. “¿Por qué? Si yo no formo parte del club (leáse Montoneros) ni tengo participación armada ni violenta”, aseguran que respondió. El recuerdo de la vida de la joven condujo hacia el sufrimiento por el desconocimiento de su paradero. “Esa incertidumbre es un calvario. Luchamos para poder recuperar sus restos”, sintetizó Yolanda.

