En versión resumida, el diccionario de la Real Academia Española define a la estadística como "el estudio de los datos cuantitativos de la población". No dice, pero es sabido, que la estadística tiene una alta estima en la opinión pública. Sus números suelen tener rigor de verdad. Ahí radica lo insólito de los datos inflacionarios que insiste en difundir el INDEC, el festival de valores que proponen las consultoras privadas, y el pálpito individual de cada asalariado a sola comparecencia ante la góndola del súper. El resultado es una canasta de cifras de dudoso rigor y, en consecuencia, la incertidumbre.

En este escenario se desarrolla de manera anticipada -comparando con años anteriores- la discusión de salarios. La semana pasada el secretario general de ATE, Hugo Leglise, dijo que no pedirán menos de 25 ó 30 por ciento de aumento para los estatales provinciales. Cuando se le preguntó cuál era el fundamento, si estaban empleando los valores inflacionarios de alguna consultora privada, contestó que no hacía falta, que bastaba con ir al supermercado. Será difícil aunar criterios con el patrón, siendo tan difusa la línea de partida.

Sin embargo, hay un punto en común: ni los gremios, ni el propio Estado, toman en consideración los datos del INDEC. Es fácil advertir el porqué.

El viernes pasado el Instituto anunció que el costo de vida subió el 10,9 por ciento durante 2010. En el mismo parte agregó que la canasta básica cerró el año pasado con un aumento del 20 por ciento. De este modo, un matrimonio con dos chicos de 8 y 6 años necesita 578,58 pesos para alimentarse y no caer en la indigencia. Es decir, menos de 600 pesos al mes alcanzan para comer.

La canasta familiar, que a los alimentos incorpora la ropa y los gastos de transporte, aumentó el año pasado el 16,2 por ciento, según datos del INDEC. De esta forma se estableció que una familia ídem a la descripta arriba necesita 1.252,54 pesos para no ser considerada pobre.

La sola exposición de estos valores tan modestos -el lector encontrará algún calificativo más fuerte- abre el juego al festival de números de las consultoras privadas, según las cuales la inflación de 2010 superó el 25 por ciento, o llegó al 30, o superó el 30... "Es muy complicado realizar esta tarea estadística", advirtió el economista Roberto Quesada. No obstante, definió por su propio bolsillo. Y le dio más crédito a las estimaciones privadas que a los deprimidos valores del Estado.