‘De ninguna manera es una dictadura, son procesos que llevan su propio tiempo‘. ‘La realidad de Venezuela es mucho más compleja que como se la pretende ver desde los medios de la derecha. Hay que respetar el derecho de los pueblos a encontrar su propio camino‘. De esa manera describió su visión del rol de Nicolás Maduro Hugo Yasky, dirigente de CTA y candidato a diputado nacional por la lista de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Pero, primero, veamos de quién se trata el personaje antes de meternos en el análisis de qué tipo de sistema político se lleva adelante en el país bolivariano.

Oriundo del bastión peronista de La Matanza, ateo y continuador de una tradición familiar que lleva tres generaciones de militantes socialistas del partido que supo liderar Alfredo Palacios, terminó la secundaria en un colegio nocturno intentando compartir tiempo con una vocación sin éxito, la de escritor y poeta. Se inició como maestro de escuela e inmediatamente arrancó su carrera sindical para llegar a la conducción de SUTEBA, el gremio que hoy dirige su discípulo Roberto Baradel y luego a la CTERA, Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina, a la que adhirió y sigue adhiriendo el sindicato docente de San Juan UDAP. En inicios de la década de los ’90 ayudó a fundar el Congreso de Trabajadores Argentinos CTA, cuyo nombre viró después al actual, Central de Trabajadores Argentinos.

Se diferencia de la CGT por dos razones, una, son principalmente trabajadores estatales y, dos, tienen afiliación directa de cada individuo, es decir, no afilian a gremios sino a trabajadores. También tienen elección ‘directa‘ aunque a veces no se respetan los resultados. Desde 2010 comparte la conducción de la Central, con Pablo Micheli luego de que su mandato fuera prorrogado después de que perdiera la elección por voto directo y secreto con el propio Micheli. Se arguyeron irregularidades que motivaron una elección complementaria que volvió a ganar Micheli y que también fueron anuladas. Su liderazgo actual tiene, por lo tanto, una legitimidad formal, no ganada en los votos. 

Razonando por comparación deberíamos establecer de qué se trata entonces lo que hay en Venezuela. ¿Es una democracia? Claramente no. Hubo elecciones legislativas que el gobierno perdió por el 70% quedando la Asamblea en manos de la oposición. Esa mayoría permitía, tal cual lo establecía su Constitución, revocar el mandato del ejecutivo previa reunión de una cantidad de firmas que fue juntada en exceso.

Ese proceso se anuló en los hechos luego de que el Tribunal Electoral adicto al chavismo demorara los tiempos hasta que vencieran los plazos que habilitaran el desplazamiento de Maduro. Luego, con la finalidad de anular al Congreso, el Ejecutivo convocó a una Constituyente con reglas ajenas a las de la Constitución sancionada por ellos mismos, integrándola con representantes elegidos solo entre sus partidarios dividiendo la sociedad en partes, estudiantes, trabajadores sovietizados, dirigentes barriales amigos y partidarios directos.

Era previsible, la Constituyente cerró el Congreso. Democracia, como se la entiende desde la época del Ágora ateniense no es. ¿Es una República? Esto es más fácil. Ya vimos como se cerró el Poder Legislativo y antes de eso se había clausurado la independencia del Poder Judicial cometiendo el exceso solo visto en férreas dictaduras de meter presos a los jueces por el contenido de sus sentencias. No existiendo dos de los tres poderes de la República queda solamente uno en funciones con el control total de las decisiones. Por si faltara alguna evidencia, hay una sarta de muertes de jóvenes que protestan en las calles y centenares de miles de ciudadanos que abandonan el país por miedo.

Luego, no es una democracia ni una República. Quedaría por precisar la palabra ‘dictadura‘ que, en realidad fue una figura inventada por los romanos para conceder poderes especiales a un ciudadano durante un tiempo breve para resolver problemas urgentes. Posiblemente lo que más se ajuste a la realidad sea la palabra ‘tiranía‘ que, según interpretó Platón en La República, es el gobierno de los ‘guardianes‘, los poseedores de las armas que traicionan al pueblo que se las entregó. Es también claro que no se trata de una lectura de ‘los medios de la derecha‘ sino que es la opinión de gran parte de la comunidad internacional y hasta del Vaticano, que han reclamado diplomáticamente por el retorno de Venezuela a la normalidad institucional quebrada. 

Finalmente, Yasky tiene razón en eso de respetar la autodeterminación de los pueblos. Es una doctrina que ya estableció para nuestra diplomacia el presidente radical Hipólito Yrigoyen y que, paradójicamente, no honró la ex Presidente actual, compañera de ruta de Yasky apoyando candidaturas de terceros países, hasta la primaria que Hillary Clinton perdió con Barak Obama para no citar la más conocida del chavismo en Venezuela. ‘De ninguna manera es una dictadura...‘ La expresión, más que decir todo, es un espejo que muestra qué clase y calidad de organización social pretenden para nuestro país estos candidatos. Hay que reconocer que Yasky ha sido auténtico y ha revelado de una vez la foto que le gustaría ver.