La gruesa columna de humo negro y espeso se divisaba desde lejos, por encima de los cañaverales. No había sonido de sirenas ni trajinar de bomberos. En voz alta, el policía que iba de pie en el ómnibus interurbano compartió el pensamiento de los que, con fastidio, debieron desviarse de su trayecto cotidiano. A nadie, ni por asomo, se le cruzó la idea por la cabeza de que pudiera tratarse de un incendio. Aunque era absurdo hablar de certeza cuando nadie podía ver el origen de la humareda, todos supieron que se trataba de un piquete.
Pasado el mediodía del jueves, unas 150 familias del asentamiento San Expedito decidieron cortar la Avenida Libertador a la altura de la Curva de los Tontos, en reclamo de que los anotaran para una futura erradicación de la villa y, en consecuencia, les adjudicaran viviendas nuevas.
Ese día, arriba del micro, los pasajeros compartieron unos 10 minutos adicionales a la demora de todos los días, debido al piquete en la Curva de los Tontos.
El techo propio era noticia y tema de conversación. La jornada anterior, desde la sede central del Banco Hipotecario, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner había anunciado una línea de préstamos -fondeados por Anses- para la compra de viviendas bajo condiciones extremadamente benignas en comparación con la oferta crediticia actual.
El anuncio oficial despertó la inquietud de aquellos que se saben excluidos del plan de erradicación de villas porque, simplemente, no habitan en una de ellas. Aquellos que pagan un alquiler. A media mañana del jueves, unas 135 personas habían presentado papeles en la sucursal local del Banco Hipotecario, con la expectativa de hacer cuadrar sus condiciones con las que impone el plan oficial. Cada solicitud deberá esperar unos 60 días de tramitación para obtener su visto bueno o, por el contrario, terminar frustrada.
En esta última hipótesis, no habrá más alternativa que seguir esperando. El corte de calle no aparece como una medida de reclamo válida ni, mucho menos, efectiva.
Al fin y al cabo, la presión ejercida por los piquetes no le agilizó la gestión a ningún posterior adjudicatario del Instituto Provincial de la Vivienda. No sería correcto si ello hubiera ocurrido. Pobre política aquella que satisfaga la bravuconería de algunos, con el único fin de callar las protestas y disipar el humo negro y espeso. En tal caso, no habría más que desempolvar el texto de Enrique Santos Discépolo: "El que no llora, no mama".