Inercia es un concepto de la física que entiende como propiedad de los cuerpos su permanencia en estado de reposo si la fuerza que se aplica sobre ellos es igual a cero o en movimiento si no hay una resistencia que se oponga. Nada mejor para explicar lo que está ocurriendo en la economía en estos momentos. Cuando comenzó el gobierno de Macri tenía, como la tienen todos, algunas opciones para modificar el estado de movimiento que encontró. Queda siempre claro que era preciso salir del encierro de los cepos y de la locura de los subsidios a quienes no los necesitaban. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Oponiendo una fuerza igual a la que traían esos desajustes produciendo un gran shock, golpe, frenada que dejaría a muchos integrantes del colectivo heridos? ¿Aplicando frenos graduales que fueran reduciendo esa velocidad hasta hacerla tolerable para el sistema? ¿Dejando las cosas como estaban? La última posibilidad no existía independientemente de la ideología política de quien gobernara porque se estaba llegando a puntos críticos de reducción de exportaciones y espiralación de la inflación entre otros daños. El efecto de shock fue utilizado en dos ocasiones en el pasado reciente: con el plan Austral de Sorrouille-Alfonsín y con la Convertibilidad de Cavallo-Menem. Los resultados de aquellos casos fueron inmediatamente buenos pero, a diferencia de la actualidad, surgieron de gobiernos con amplio poder político no obstante lo cual fueron medidas tomadas como último recurso luego de haber ensayado antes remedios con más placebo. El primero, Alfonsín, lo hizo año y medio después de haber asumido, cuando fracasaron los intentos de su primer ministro de economía, Bernardo Grynspun que propuso la llamada ‘cláusula gatillo‘ que ajustaba los salarios automáticamente por inflación. Como sabemos, esa fórmula que pareció más salida del Paul Dukas, el autor del poema sinfónico ‘El aprendiz de hechicero‘, no hizo más que mantener primero y acelerar después aquello que se quería combatir que era la pérdida del poder adquisitivo. Cuando los consumidores ya estaban haciendo ‘glú, glú…‘ (según decía el fallecido gremialista Ubaldo Montaño), en una famosa reunión en la casa del canciller Caputo se diseñó el llamado Plan Austral que incluyó dos temas fuertes: el cambio de signo monetario y el desagio de todos los contratos, cheques y documentos librados a futuro. Terapia de shock.

El segundo, Menem, seguramente también temeroso de las consecuencias de una frenada en seco, fue administrando la hiperinflación recibida durante dos años, tiempo en el que aguantó dos desbordes más con la conducción de su amigo riojano Antonio Herman González.

Fue el tiempo suficiente para que, viendo la disminución del acumulado político original y a punto de perderlo en las elecciones legislativas de medio término, acudió al ácido remedio de volver al patrón oro abandonado en el mundo 20 años antes para establecer la convertibilidad de la mano de Domingo Cavallo. Otra vez cambio de signo monetario, consolidaciones de deudas mediante emisión de bonos a futuro y otras yerbas. Segunda terapia de shock. No nos olvidemos de otra situación similar que fue la que sacó del gobierno a Fernando de la Rúa e instaló a un Kirchner ciertamente débil que llegó apenas con el 22 % de los votos.

De aquél ‘que se vayan todos‘ que coreaban las multitudes por las calles o en los más de 13 mil cortes de ruta con cobro de peaje incluido en un país que bordeaba la anarquía a punto tal que alguien pensó en dividirlo por zonas también se salió con la dolorosa inyección de una devaluación que llevó al dólar de 1 peso a más de 4 para luego regresar a 3 y de ahí hasta ahora. Un shock cambiario 6 veces mayor al que se produjo indirectamente al disponer Macri la flotación sucia (hasta ahora viene limpia) y que desaparecieran las múltiples y antojadizas cotizaciones de la moneda verde. Misterio es algo de lo que no se puede hablar. Justamente de eso se trata la intención actual de manejar la inercia de una crisis profunda que ha desgastado las bases del cálculo desde que se desarmó el INDEC, lo que impide que sepamos bien si estamos flotando en arenas movedizas o si la situación finalmente no es tan grave.

¿Será esta la primera vez en que los argentinos, desde consumidores comunes hasta ciudadanos pasando por dirigentes políticos, empresarios y gremiales podamos sortear una condición difícil sin necesidad de remedios fuertes? Todos queremos ser optimistas, pero no podemos olvidar que Cambiemos reúne algunas características distintas a los citados antecesores. Una, que llegó con escaso poder al obtener solo 34 por ciento de votos en la primera vuelta, que esa es su verdadera masa crítica de soporte que se expresa claramente en la proporción de legisladores que le acompañan. Otra, que es el primer gobernante desde 1916 en no provenir de los troncos radical o peronista. ¿Jugará eso a su favor? ¿Podrá soportar los embates de la ‘columna vertebral‘ del movimiento nacional justicialista encajada en la CGT que ya está amenazando con paros generales? En anteriores notas hemos descripto que hasta ahora viene bien trazando un buen esquema de alianzas, aislando a la oposición más dura e incluso con un resultado extraordinario como ha sido la división del bloque de diputados del Frente para la Victoria lo que le garantizará el quórum para pasar un año legislativo más tranquilo. Banco Central, sistema energético, estanflación (inflación alta con recesión) y hasta el Fútbol para Todos son fuerzas difíciles de atajar que arrastran, como en la física, una inercia que necesita de mucha destreza y acompañamiento para oponerle una fuerza igual en sentido contrario. Se conoce que sus asesores se juegan por el plazo de 4 años, toda una gestión, para reducir la inflación a menos de dos dígitos.

La teoría internacional los apoya, pero del otro lado se sabe que la Argentina no suele responder a los patrones que figuran en los libros. Esa táctica gradual, ¿triunfará por primera vez sin llegar a la violencia, altos niveles de desempleo y crecimiento de la pobreza? Si todos lo deseamos, cada cual desde su lugar, puede que así sea. Si todos lo deseamos, podremos vivir aquello de la profecía autocumplida. Por qué no soñar en que esta sea la primera vez.