Un simple ejercicio de memoria podría golpear duramente la conciencia del sanjuanino promedio. Consiste en identificar dos personas cuyos nombres circularon en el mensaje mediático los últimos días: Carolina Píparo, por un lado, y Cristian Abenamar Castro, por el otro. Hay numerosas chances de que el desafío termine 1 a 0.
Es decir, que el sanjuanino promedio pueda hablar aunque más no sea una línea sobre el espantoso caso policial que le costó la vida al bebé de la embarazada víctima de la salidera bancaria en La Plata, mientras que el segundo nombre no sugiera ningún hecho reciente. Ahí radica lo doloroso.
Cristian Abenamar Castro tenía 30 años y murió baleado la noche del domingo 8 de agosto en la Plaza Fuerza Aérea, del Barrio Universitario. Lo fusilaron por robarle la bicicleta, las zapatillas, aparentemente también el celular, alrededor de las 22 cuando estaba con una chica. Cayeron dos sujetos presos, sospechosos de haber cometido el crimen, uno de 20 años y el otro de 17. Poco más trascendió.
Cristian vivía en Villa Hipódromo. Era un hombre de trabajo. Se dedicaba a las tareas de electricidad y otras similares. Nunca se metía con nadie, según contó su hermano Osvaldo, con un delgado hilo de voz, todavía aturdido por la noticia. Curiosamente habían hablado tiempo atrás sobre cómo debían comportarse en caso de asalto y habían acordado no resistirse para evitar consecuencias graves.
Su muerte significó una nueva zambullida en la realidad que vive una de las provincias más tranquilas del país: está dejando de serlo. La sola idea de que alguien puede perder la vida en un asalto a las 10 de la noche, en un barrio residencial, confirma lo dicho.
Hubo una reacción oficial. El jefe de Policía, Miguel González salió a reconocer que las cosas no están bien y criticó solapadamente a los magistrados que conceden salidas transitorias a los reos con una facilidad llamativa. La jueza de Ejecución Penal Margarita Camus lo mandó a estudiar la ley y le echó en cara que hay pedidos de captura pendientes desde 2007 por inacción policial.
El ida y vuelta sirvió como primer paso en la búsqueda de la solución del problema, esto es, la aceptación de que existe, que no es un fenómeno inherente a ninguna experiencia sensorial. Aquello de "sensación de inseguridad" que pronunciaron los responsables del área hace un tiempo.
Ahora bien, si el simple ejercicio de memoria aquí propuesto terminó 1 a 0, por desconocimiento del sanjuanino común, algo más no está bien. Es ese mismo comportamiento social indiferente que conspiró contra cada manifestación pública frente a tribunales, en reclamo del esclarecimiento de casos cuyos nombres pueden sonar tan ajenos como el de Cristian Abenamar Castro. Sólo por citar algunos: Romina Chirino, Cristian Clavero, Alejandro Rodríguez, María Celeste Archerito, Ana Gómez y Natalí Verdú.
Si estos nombres no significan nada, algo más no está bien. Y no es culpa de las autoridades.
