Cristina Fernández no utilizó la palabra corrupción en sus discursos oficiales desde que se hizo cargo de la Presidencia, ni siquiera para criticar a los gobiernos anteriores o a la oposición, pero sí los obispos que apelaron en forma recurrente a este concepto. Los prelados volvieron a esgrimir el término, a modo de advertencia, en las homilías de las misas del pasado 8 de mayo, fecha en que la Iglesia comenzó con los festejos religiosos por el Bicentenario patrio 2010-2016. Uno entre muchos fue el arzobispo Andrés Stanovnik, de Corrientes, quien incluyó a la corrupción entre "los males arraigados peligrosamente en el tejido social" argentino. Una progresiva pérdida de valores éticos y morales que, a su entender, paraliza cualquier proyecto y conlleva "graves secuelas" para la sociedad, como el incumplimiento e irrespeto de la ley. El cardenal Jorge Bergoglio no usó esta vez el vocablo corrupción en su homilía, pero sí los laicos católicos que leyeron un manifiesto tras la misa que presidió ese día, dedicado a la Virgen patrona nacional, frente a la basílica de Luján. Allí, el médico Justo Carbajales, director ejecutivo del Departamento de Laicos, exhortó a combatir la corrupción y recomendó a los argentinos no votar a los políticos que no sean trasparentes y honestos. "No robarás es un mandato para todos, sin excepción", sentenciaron los laicos. Conceptos como estos pueden repetirse mañana en el Tedeum del 25 de mayo en las catedrales de todo el país, para los cuales los obispos unificaron criterios discursivos. Serán lejos de la Presidenta, que decidió sacar otra vez esa acción de gracias a la Patria de Buenos Aires para llevarla a la basílica de Luján.
Bergoglio es, sin embargo, quien más mencionó la "maldita" palabra en los últimos años y no sólo para referirse en forma elíptica a hechos que salpican al matrimonio presidencial o al Gobierno porteño de Mauricio Macri. También lo hizo para vincular la corrupción al clientelismo político que impide que la ayuda social llegue a quienes realmente lo necesitan o para cuestionar la ausencia estatal en la lucha contra el narcotráfico. Pero el primado fue más allá. Editó un opúsculo con reflexiones en torno al tema titulado "Corrupción y pecado". Allí, Bergoglio asegura que la corrupción es "proselitista", una dimensión que, explica, señala actividad y actitud para convocar. No obstante, su prédica más recordada en ambientes eclesiásticos se remonta a 2002, cuando en un mensaje a las comunidades educativas de Buenos Aires, reflexiona sobre la realidad del país a partir del Martín Fierro. En uno de los capítulos, el purpurado exhorta a un "nunca más" al robo, la coima y al "no te metás", al desgranar la frase "Ave de pico encorvado le tiene al robo afición, pero el hombre de razón no roba jamás un cobre, pues no es vergüenza ser pobre y es vergüenza ser ladrón". Tampoco quedó lejos en el tiempo el episodio de marzo de 2009 en el Vaticano, donde el secretario general del Episcopado, obispo Enrique Egua Seguí, debió rectificar a regañadientes sus dichos sobre una corrupción "institucionalizada" en la cultura argentina, tras un pedido formal del Gobierno. La polémica no se cerró. Un mes después el vicepresidente primero del Episcopado, arzobispo Luis Villalba, volvió sobre el asunto, al asegurar delante del papa Benedicto XVI que en el país "no se ha podido erradicar el histórico clima de corrupción y tampoco el mal del clientelismo político". Esa vez, la Casa Rosada se llamó a silencio y decidió no replicar las expresiones del prelado tucumano.

