"Si yo llegaba a enterarme de quién fue, lo habría buscado para matarlo", confesó en seco. Se refería al asesino de su madre, una señora de 82 años que cayó empujada por un arrebatador y, producto del golpe en la vereda, murió prácticamente en el acto. El sujeto huyó con el monedero y la vida de la mujer en su prontuario. Pasó hace cuatro años.

Difícilmente Ángel pudiera obviar la anécdota en vísperas del día de la madre, pese a que el comentario surgió en una charla informal, sumatoria de varias anécdotas generadas por episodios similares de inseguridad. Ninguno de semejante gravedad, por cierto.

Según las estadísticas oficiales del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos (disponibles en el sitio del INDEC), tan sólo el 1,78 por ciento de los delitos contra las personas obtuvo sentencia condenatoria. Puede entenderse que solamente en esa proporción hubo justicia. Más allá de que la condena dispuesta por el magistrado satisfaga o no las expectativas de la víctima, está claro que sin fallo las cosas siguen en suspenso. Y la frustración, imbatible.

Los números son contundentes (corresponden a 2007): de un total de 274.460 delitos contra las personas, sólo hubo sentencia condenatoria para 4.890, equivalente al magro 1,78 por ciento. Dentro de este rubro, el porcentaje sube sustancialmente cuando se trata de homicidios dolosos, es decir, intencionales. De 2.071, tuvieron sentencia 1.026, es decir, el 49,54 por ciento. La lectura obvia indica que más de la mitad de estos crímenes quedó impune ese año.

Los datos referidos a sentencias condenatorias en sede penal provienen del Registro Nacional de Reincidencia y estadística Criminal. No incluyen absoluciones.

Hace pocos días entraron a robar en casa de Ángel. Casi como una anécdota sin mayor relevancia, relató que le llevaron un televisor y otros objetos, además de descolgarle las luminarias de la sala principal y dejarlas colgando de los cables, aparentemente apurados en la retirada. Dijo que sabe quién fue y que se lo informó al jefe de la seccional de la zona, pero le vio pocas ganas de actuar. Dijo también que pensó en formalizar la queja en la Central de Policía, pero finalmente desistió.

No cupieron más acotaciones al respecto, más que asentir con la cabeza y compartir la resignación. Nadie se atrevió a comentar ni preguntarle por el caso de su señora madre. Si atraparon al asesino. Si está preso o ya salió en libertad con algún beneficio carcelario. Aparentemente Ángel tampoco lo podría afirmar con seguridad. Ángel prefirió no saber. Pero tampoco olvidar.