Pese a que sabía que lo tenían en la mira por su militancia política y sindical y que inclusive su padre le había implorado que no regresara a San Juan por el peligro que corría, Carlos Esteban Correa decidió volver. Ignoró todas esas advertencias, porque sucedió un hecho crucial que lo golpeó con dureza: la muerte de su madre. Asistió al funeral y como una jugada fatal del destino, terminó siendo presa de un comando civil de la dictadura militar mientras realizaba un trámite en el centro capitalino. Desde entonces (corría el año 1977), el gremialista permanece desaparecido. Ayer, la agrupación Kolina recordó su conmovedora historia de vida y le hizo una ofrenda al colocar una baldosa, que tiene estampado su nombre, en la vereda del Banco Nación, el lugar en el que fue secuestrado.
Es el primer homenaje de estas características que recibe una víctima del último golpe militar. Aunque en la provincia hay otros lugares históricos y simbólicos en los que se recuerda a los desaparecidos y se refleja el accionar ilegal y represivo de las fuerzas armadas y de seguridad (ver recuadro).
Correa estaba casado, tuvo 7 hijos y había cumplido 29 años cuando desapareció. Era peronista y se desempeñó como obrero minero en la empresa Loma Negra. En su faceta política, llevó a cabo un activo trabajo social en las villas, mientras que en su rol sindical escaló posiciones hasta convertirse en secretario adjunto de la Asociación Obrera Minera Argentina (AOMA). Desde ese puesto, luchó en favor de sus compañeros y bregó por conquistas sociales como el pago de las horas extras y la instrumentación de la canasta navideña a fin de año, según explicó su hijo, Sergio.
Al instalarse el Gobierno militar, en marzo de 1976, la militancia de Correa fue vista como un peligro. Así comenzó a padecer la persecución política y al año siguiente decidió dejar su hogar de Santa Lucía y partir hacia Buenos Aires debido a que recibió recomendaciones de que “se fuera”. Sin embargo, la muerte de su madre precipitó su regreso. El joven gremialista sabía que su trabajo social y el pedido por reivindicaciones laborales eran mal vistas por las autoridades militares y decidió consultar con su padre cómo veía la situación en la provincia. Su progenitor fue categórico: le pidió que no viniera. Sucede que había visto movimientos de personas extrañas en la vivienda.
De todas formas, todo indica que el hecho de despedir a su madre tuvo un decisivo peso emocional y regresó el 16 de julio de 1977. El joven pudo asistir al sepelio y la idea era quedarse en San Juan por unos pocos días. El 18 de julio salió de su hogar en la mañana y junto con un amigo tomó el colectivo de la línea 12. El viaje era para llevar a cabo un simple trámite en el Registro Civil. Se bajó en avenida Rioja, entre avenida Ignacio de la Roza y Rivadavia, frente al Banco Nación. Paralelamente, un grupo de hombres, vestidos de civil, también descendieron de un vehículo, un Peugeot 404. Los desconocidos lo rodearon y lo metieron dentro de la movilidad, a plena luz del día y en pleno centro capitalino, según lo que pudo observar el amigo de Correa desde dentro del ómnibus.
A partir de ese momento, la familia comenzó un largo peregrinar en búsqueda del joven. Fueron a las comisarías, a la Policía Federal, a los hospitales y nunca tuvieron respuestas sobre su paradero. De esa manera impune, el sindicalista forma parte de la lista negra de desaparecidos en San Juan.
Sergio Correa, el hijo, participa en Kolina, la agrupación que fundó Alicia Kirchner, y presentó la propuesta de homenajear a su padre. Fue así que la Secretaría de Derechos Humanos de la agrupación decidió llevar a cabo la iniciativa de colocar una placa recordatoria en el lugar en el que fue secuestrado. El acto se realizó ayer a las 10.30 y estuvo presente el titular de Kolina en San Juan y candidato suplente a diputado nacional, Eduardo Camus, y algunos funcionarios del municipio de la Capital. El evento tuvo una alta dosis de emotividad, dado que Sergio reflejó el dolor por la ausencia del padre, pero a la vez remarcó el orgullo de saber que vivió bajo sus ideales. La placa estampada en la baldosa guarda ese mensaje: “No me importa dar la vida por salvar un compañero… Carlos Esteban Correa”.