Por las torturas a las que fue sometida desde su detención en el Penal de Chimbas, en noviembre de 1976, la actual jueza de Ejecución Penal y nieta del ex gobernador de San Juan, Eloy Camus, Margarita Camus, señaló ayer a Jorge Olivera, Osvaldo Martel y a Alejandro Lazo. Se trata de 3 de los 5 imputados que están siendo sometidos a juicio oral y público acusados de desaparición forzada de personas, tormentos seguidos de muerte y homicidio agravado por hechos ocurridos en San Juan. El cuarto, que es Eduardo Vic, está prófugo de la Justicia luego de que fuera dejado en libertad por la Cámara de Apelaciones de Mendoza.

La jueza Camus fue la única testigo en prestar declaración testimonial ayer y en un pormenorizado relato contó desde el terror a ser violada por sus captores, las sesiones de picana eléctrica y los simulacros de fusilamiento a los que fue sometida para que delatara a sus compañeros de lucha o dijera dónde se encontraba un arsenal que los militares pretendían encontrar. La abogada, que empezó a actuar en política desde muy joven, dijo que en el ‘75 empezó a militar en la Juventud de Trabajadores Peronistas (JTP), dentro del Movimiento Montoneros, y luego se desenvolvió en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Juan, donde estudiaba Sociología.

‘Las clases en la Universidad eran para ver si estábamos todos‘, contó Camus porque dijo que muchos de sus compañeros fueron detenidos y hasta desaparecieron.

Por amistad de su familia con el segundo jefe del RIM 22, Díaz Quiroga, y como sabía que la buscaban porque había sido garante para el alquiler de una casa en la que vivieron militantes que venían escapando de Mendoza y que fue descubierta, Camus dijo que sus padres la llevaron al RIM 22.

Allí se encontró con Olivera, quien sólo la interrogó, pero después su propia familia la llevó al Penal de Chimbas, con custodia del Ejército. Ya en la cárcel, le pusieron una capucha en la cabeza ‘que tenía olor a terror‘, y que todavía hoy recuerda, según dijo.

Luego la llevaron a la biblioteca, y allí empezó la peor parte. Después de interrogarla, le quitaron la ropa, le ataron las manos a la espalda y la golpearon ferozmente para que delatara a sus compañeros y revelara el paradero de un arsenal que los militares buscaban. Allí la sometieron a sesiones de picana y a simulacros de fusilamiento para doblegarla. Por los golpes incluso empezó a orinar sangre y la tuvieron que llevar al Hospital Rawson. Tiempo después la trasladaron a Devoto y recién fue liberada en marzo de 1981.

En su testimonio, que siguió por la tarde, mencionó que el 20 de junio pasado 3 monjas le pidieron que no implicara a Lazo.