Con notable desorden, el hombre hilvanó algunas acusaciones contra el Ministerio de Educación. Dio a entender que había titularizaciones teñidas de irregularidades en "una de las escuelas nuevas". Pero no consiguió dar precisiones ni definir con certeza en qué consistían aquellas desprolijidades administrativas que habían provocado una supuesta situación de injusticia con otras docentes interinas del mismo establecimiento educativo.

Derrotado, dio un resoplido de frustración. Prometió averiguar mejor los detalles y regresar con su queja pulida para intentar alguna acción contra los presuntos autores de la injusticia. Tal vez no vuelva nunca.

Días antes una mujer había llegado al mismo lugar con otra situación de queja, esta vez referida a una seccional de policía donde aparentemente no le habían querido recibir una denuncia. Le habían sugerido en ese mostrador que hiciera una simple exposición. Pero la señora entendía que debía radicar una denuncia acerca del desconocido que intentó llevarse a su bebé de una sala de espera en un centro de salud pública. El policía que la atendió habrá pensado que era una fabulación, posiblemente. Lo cierto es que la madre quedó vencida.

El inventario de quejas sin respuesta no tiene final. La sordera de las autoridades no pareciera revertirse, no obstante. Es una cuenta simple y con resultados a la vista

Porque la sumatoria de derrotados resulta en malestar social. Algunas veces, en esta instancia sobreviene la respuesta -tardía- del o los responsables. Otras veces -las más numerosas- se demora la solución y aparecen los reclamos violentos.

Ocurrió recientemente en la provincia con los obreros de la UOCRA sin trabajo hace meses, con los remiseros de Caucete autorizados por el municipio pero desautorizados por la provincia hace años, con los empleados de algunas cadenas de supermercados que pagan mal, o con los familiares de víctimas de delitos cuyos casos siguen sin esclarecimiento judicial.

Cortar una calle es un reclamo violento. Quemar gomas también lo es. Agraviar a un funcionario entra en la misma calificación. Romper un edificio público, ni hablar.

Por ahora, los reclamos del hombre contra el Ministerio de Educación y de la mujer contra la Policía quedaron aislados. Desoídos. Latentes.