"Nada ni nadie debe empañar el viaje al Vaticano". La frase de Cristina Fernández de Kirchner resonó fuerte en los pasillos de la Casa Rosada y los más estrechos colaboradores de la jefa de Estado intentan hacer cumplir, desde hace casi cinco meses, la orden presidencial. Los dichos confirmados a DyN por fuentes gubernamentales irreprochables, ratifican la intención de la Presidenta de llegar a la audiencia del próximo 29 de noviembre con el papa Benedicto XVI, junto a su par chilena Michelle Bachelet, sin ningún frente de conflicto abierto con la Iglesia. Una relación Gobierno-Iglesia marcada por la tensión permanente, que hoy transita por el carril de la distensión. A tal punto que Cristina Fernández se lleva a Roma "la bendición" por el decreto de asignación familiar por hijo y el proyecto de reforma política, iniciativas que, aunque con reparos, merecieron el apoyo del Episcopado.
Allegados a la primera mandataria revelaron que ésto es porque ella mantiene una posición "más permeable" que su marido, Néstor Kirchner, a los habituales pronunciamientos críticos de los obispos encabezados por el cardenal Jorge Bergoglio, a quien el ex presidente consideró y sigue considerando como el "líder moral" de la oposición. En cumplimiento del "mandamiento" presidencial de no confrontación, no se hicieron reclamos tras del documento episcopal del pasado viernes, cuando la Iglesia advirtió que la democracia se debilita por el creciente clima de conflictividad social, la violencia verbal y física, el atropello a las instituciones y las amenazas a la libertad de expresión. Además la Presidenta "sugirió" al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, que "no abriera la boca", trascendió, pese a que el funcionario se salía de la vaina por contestarle a la Iglesia. El habitual replicador oficial acató y también guardó silencio. Pero en el camino para llegar al Papa hubo sobresaltos que pusieron en peligro la audiencia. El primer obstáculo fue el pedido del pontífice de reducir "el escándalo de la pobreza" en el país, en un mensaje para alentar la colecta Más por Menos que se realiza a principios de septiembre, pero que fue difundido un mes antes, en víspera de la fiesta de San Cayetano. El viaje se salvó entonces gracias a las gestiones del secretario de Culto, Guillermo Oliveri, y el embajador ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero. En ese ruta hacia Roma también hubo que hacer algunas "concesiones" para demostrar que Cristina Fernández no pretendía apelar el estilo de confrontación, habitual en otros tiempos en el matrimonio presidencial. Fue así como la Presidenta pidió al bloque kirchnerista de Diputados, diluir el debate por los proyectos de ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, cuestionados por la Iglesia por entender que atentan contra la familia tradicional y las leyes vigentes. En este sentido, la titular de la comisión de Legislación General, Vilma Ibarra, confirmó el viernes que no será posible avanzar en las iniciativas en estudio porque los diputados del Frente para la Victoria notificaron que "no van a abordar" las propuestas en las sesiones ordinarias. Hasta se especuló en ambientes eclesiásticos, que el gobierno logró "influir" en la decisión de una jueza porteña que declaró la inconstitucionalidad de dos artículos del Código Civil para que dos hombres puedan contraer matrimonio en la ciudad de Buenos Aires. El objetivo, se dijo, "tirarle un hierro caliente a (Mauricio) Macri", criticado por Bergoglio por no apelar el fallo. Más allá de los gestos gubernamentales, la mejora de la relación con la Iglesia, y en particular con el Vaticano, seguirá bajo el paraguas diplomático mientras no se aborde la cuestión del Obispado Castrense, todavía pendiente y sin vista a resolverse.