El Senado concluyó el 30 de noviembre el año de sesiones ordinarias de menor actividad en varias décadas porque tuvo apenas diez reuniones habituales del plenario del cuerpo en los nueve meses que fueron del 1 de marzo al último día del mes pasado. La ausencia de encuentros puede explicarse en parte por haber sido un año electoral pero hubo otros anteriores, en realidad uno cada dos años, en que la dinámica parlamentaria tuvo siempre un ritmo superior. En 2009, el de los comicios legislativos que ganó la oposición en Buenos Aires, hubo 15 sesiones ordinarias, un 50% más que 2011 y el de la elección de Cristina Fernández, en 2007, las sesiones llegaron a 19. En 2005, fueron 24, alcanzaron las 25 el año de asunción de de Néstor Kirchner, en 2003; y 34 se hicieron en 1999.

Las razones de fondo deben ser encontradas en la extrema paridad de fuerzas entre el oficialismo y la oposición que hizo imposible que las iniciativas de Diputados, con sesgos marcadamente contrarios al Gobierno, pasaran las barreras que le planteaba un oficialismo recompuesto en la Cámara alta. Paralelo a esa poca actividad, los resultados de los debates fueron también poco relevantes, medidos en proyectos de envergadura como los generados en años anteriores por las discusiones que provocaron las iniciativas de matrimonio igualitario o la Resolución 125, las jubilaciones al 82 por ciento móvil o la norma sobre glaciares. Los proyectos convertidos en leyes en 2011 fueron del tipo de nuevas medidas sobre lavado de activos, fabricación de medicinas, régimen especial para fábricas recuperadas y resarcimiento para víctimas del atentado contra la Embajada de Israel y unas pocas más. En cambio, una con impacto social, como el régimen para trabajadores de casas particulares fue aprobada en general pero nunca fue discutida en particular, por lo que no fue convertida en ley. En la primera sesión ordinaria de año, el 16 de marzo, los legisladores de la Cámara alta aprobaron la moción de realizar dos sesiones por mes, que hubiera significado 18 reuniones, en los nueve meses del periodo ordinario marzo-noviembre. Sin embargo, el ritmo fue muy inferior: hubo dos en marzo y en noviembre, pero sólo una en abril, mayo, junio, julio, agosto y septiembre y ninguna en octubre (el mes de las elecciones presidenciales). En este tiempo hubo dos sesiones especiales, convocadas para que el jefe de Gabinete, ahora senador, Aníbal Fernández, cumpliera en parte con la obligación constitucional de informar todos los meses a las cámaras del Congreso sobre la marcha del gobierno. Todavía quedan temas de gran importancia para la gestión oficial, que podrán ser tratados en el Congreso si la presidenta Cristina Fernández convoca a sesiones extraordinarias a partir del 10 de diciembre. Las dos cámaras del Parlamento deben discutir y aprobar el Presupuesto y las prórrogas de las leyes de Emergencia Económica y de los impuestos al cheque y al tabaco. Para el año próximo es muy probable que la superioridad numérica del oficialismo en las dos cámaras dote de mayor homogeneidad y haga posible que los proyectos, fundamentalmente del Ejecutivo, puedan ser aprobados.