En 1980 ingresaron con toda la ilusión a una operatoria privada de viviendas, pero se quedaron con las manos vacías y no les quedó otras que salir a golpear puertas por todos lados para intentar recuperar lo perdido. El largo peregrinar recién ayer tuvo un final feliz, cuando los miembros de la Asociación Civil Carolina II recibieron su casa propia y le dieron rienda suelta a la emoción y el llanto contenido por tantos años de bronca y frustración.
“No lo puedo creer”, le dijo entre sollozos uno de los adjudicatarios a su esposa y sus dos hijos adolescentes cuando se confundieron en un abrazo para celebrar. La escena de alegría, de euforia, se multiplicó una y otra vez en el nuevo vecindario. Y no es para menos. Pasaron 34 años desde que apostaron por primera a ser dueños de un techo y dejar de vivir de prestados o pagar alquiler, y no lo pudieron conseguir por engaños y trabas ajenas.
El barrio que hoy los tiene de flamantes residentes es el Carolina II, el Instituto Provincial de la Vivienda lo empezó a levantar a fines del año 2012 y ayer fue estrenado en un acto desbordado por la alegría. El complejo se encuentra en la calle José Martí, entre Belgrano y Estrada, en Capital, y cuenta con 108 casas que ya están en manos de sus propietarios. A cambio, deberán pagarle al organismo oficial una cuota mensual de unos 1.500 pesos, según estimó el titular del IPV, Martín Juncosa.
Las casas tienes dos habitaciones, baño y una cocina comedor. Mientras que el barrio cuenta con una plaza justo en el medio, dos espacios verdes más y un terreno en la entrada que quedó reservado para construir allí la Unión Vecinal que representará a los adjudicatarios.
El Carolina II es el resultado de años de gestiones y esfuerzo de sus dueños. “Todo comenzó cuando éramos muy jóvenes y teníamos mucha ilusión”, contó el presidente de la Asociación Civil, Salvador Meritello. “Queríamos tener una casa y le pagamos a la empresa Frontera, que estaba en Mitre pasando Entre Ríos, porque ofrecía terrenos y planes de viviendas, pero las casas nunca se hicieron”, recordó con amargura.
A partir de ahí, todo fue un drama: les costó más de la cuenta lograr inscribir a su nombre el inmueble por el que habían pagado en tiempo y forma y, con la desilusión a cuestas, no conseguían una fuente de financiamiento accesible para levantar sus viviendas. En el año 1984 decidieron organizarse con el armado de la Asociación Civil Carolina II y tres años más tarde hicieron gestiones para ingresar a una operatoria estatal de soluciones habitacionales, pero no tuvieron suerte. En los años 90 hubo un par de intentos más y no hubo caso, no les quedó otra que seguir esperando.
La solución empezó a gestarse hace un par de años. Meritello y un grupo de compañeros de la Asociación Civil ofrecieron poner el terreno a nombre del IPV y la administración giojista quedó en buscar la forma de incluirlos en algunas de las operatorias del organismo. “Buscamos, buscamos, hasta que vimos la posibilidad de un programa que contempla financiamiento mixto entre la Anses y la provincia”, se acordó el gobernador José Luis Gioja cuando entregaba las llaves de las nuevas casas.
No todos los adjudicatarios son los que iniciaron la cruzada. Tanto Gioja como Meritello contaron que muchos de ellos ya fallecieron y otros, con el paso de los años y en medio de la incertidumbre, cedieron sus derechos. Tampoco corrieron la misma suerte miles de familias que en la década del 80’, a través de la misma empresa, emprendieron planes con el objetivo de tener una vivienda propia (Ver recuadro).