La historia de la detención del excomisario Juan Carlos Turón, acusado de haber cometido delitos de lesa humanidad, es casi de novela. Es que en lugar de presentarse en el Juzgado Federal, sabiendo que lo buscaban para apresarlo, optó por aguardar junto a su familia en su casa del Barrio Camus que lo fueran a encarcelar. Todo el trámite duró casi 3 horas de tensa espera en los que hasta hubo café, facturas y gaseosas para las periodistas, mientras una imagen de la Medalla Milagrosa, con una vela encendida, era testigo del inusual movimiento en la casa. Y hasta se dio el lujo de dar notas a varios medios radiales.

Todo comenzó minutos después de las 8, cuando sus abogados, Rolando Lozano y Gerardo Fernández Collado, presentaron un escrito ante el Juzgado de Leopoldo Rago Gallo, dando a conocer que estaba en su domicilio, a disposición de la Justicia. Mientras tanto, Turón estaba en su casa de la calle Valenzuela Varas, junto a su esposa y sus dos hijos, a los que después se sumaron otros familiares, de corbata y son el saco colgado en un perchero, a la espera de los efectivos de la Policía Federal. Pero los uniformados recién llegaron minutos antes de las 11, le leyeron sus derechos, labraron un acta y se lo llevaron en un móvil de la fuerza hasta la delegación local de la Federal, en la calle Entre Ríos.

En todo momento, el excomisario general de la Policía de San Juan, se mostró de buen humor, dispuesto a responder todas las preguntas, aunque se lo notaba nervioso. Incluso su hija en un momento de la espera sacó un tensiómetro y le midió la presión arterial, pero no había señales de alarma. Turón, de 59 años, tiene presión alta y problemas de páncreas, por eso una de las preocupaciones de su esposa fue que tomara la medicación para controlarle la hipertensión.

“Siempre estuve en mi casa, a lo mejor se le traspapeló mi domicilio”, tiró Turón, aunque reconoció que el detonante que apuró la decisión de ponerse a disposición de la Justicia fue la resolución de la Unidad de Información Financiera que, el miércoles pasado, dispuso congelar todas las cuentas y los bienes del expolicía. Incluso inmovilizaron la jubilación de su madre, de 90 años. “Ella no tiene nada que ver. Dicen que con esa plata se puede estar financiando el terrorismo internacional”, dijo molesto.

Turón está sospechado en la llamada causa de los expolicías (ver aparte) y tenía un pedido de captura desde hace al menos 3 semanas, pero no lo habían podido detener, hasta ayer. Él aseguró que siempre estuvo en su casa y que no es responsable de los delitos que le imputan. “En abril de 1975 yo era un pibe de 19 años, recién egresado, y el comisario (Armando) Steiner me ordenó que lo acompañara a un allanamiento. Era mi superior, no me podía negar y además había una orden del juez (Mario) Gerarduzzi”, explicó.

Minutos antes de las 11, su hijo le avisó que los policías estaban llegando. Se levantó se puso el saco y los esperó. Fue cuando ingresó un oficial que le dijo: “Somos de la Policía Federal y tenemos una orden del juez Rago Gallo”. Luego del trámite con el acta, Turón fue esposado, mientras su esposa le alcanzó su celular, las pastillas para la presión y un sobre con estampitas de la virgen. Cuando salió, sus familiares gritaban “no es un delincuente”, “fuerza Juan Carlos”. El patrullero se alejó haciendo sonar su sirena, ante la sorpresa de los vecinos.