Nadie lo vio venir. O al menos no lo dijeron las encuestadoras contratadas por el gobierno o la oposición. Los quince puntos que separan a Alberto Fernández de Mauricio Macri, fueron como un puñal a la credibilidad de ese sistema endémico en el que se han convertido los sondeos electorales. Y probablemente ese desajuste entre la realidad y las proyecciones previas hayan profundizado el espanto de la clase política y empresaria de este país que se ve reflejada en la mañana de hoy.

Lo peor es la incertidumbre, claro está, y mucho más en una economía como la nuestra que siente un poco más las enfermedades financieras del mundo. En este contexto, Macri tiene dos caminos: apostar a pasar a la historia como el presidente no peronista que terminó su mandato; o arriesgar su gobernabilidad echándole mano a medidas populistas para intentar remontar la distancia con el kirchnerismo que, por ahora, lo dejan afuera de la Casa Rosada.

La cuenta es más sencilla de lo que muchos creen: los bancos empezaron en la madrugada a manifestarse en contra de las urnas, con operaciones de compra-venta de dólar vía web (por pocos montos), por encima de los 50 pesos. Incluso el Nación abrió el mercado hoy con el billete verde por arriba de los 51 pesos. Para controlar esta corrida, hay que usar reservas. Las mismas reservas que ya casi tienen otro dueño. La situación del macrismo es dificilísima. Pero también lo es la de la oposición.

El kirchnerismo y el peronismo deberán controlar sus impulsos y no presionar una situación que está al límite de lo tolerable. No se necesitan arengadores de tribunas. El “vamos a volver” debe salir de la cabeza de quienes dirigen, porque pueden provocar un estallido que al final les va a explotar en la cara, sin más remedio. Nos va a explotar a todos.

La oposición tiene que demostrar que está a la altura de las circunstancias, algo que a Cristina Fernández en particular le ha costado mucho en varios pasajes de sus dos mandatos. No olvidemos que hablamos de una expresidenta que se negó a entregarle el mando y sus atributos a otra persona. Tanto el oficialismo como la oposición hoy tienen a los mercados como enemigo común. Y la única forma de controlar a esos mercados, es con certezas. Y para dar esas certezas, tienen que acordar políticas a corto y mediano plazo.

Es una prueba de fuego para ese antagonismo que hemos sufrido los argentinos desde hace casi cuatro años. El mismo antagonismo que, por cuestiones electorales, tanto kirchneristas como macristas fogonean al menos desde 2015. Ojalá sepan controlar impulsos. Es momento de calma.