El aplastante triunfo de José Antonio Kast en el balotaje presidencial chileno no solo reconfigura el mapa político trasandino. También introduce un nuevo eje de alineamiento ideológico en la región que, visto desde Argentina, y particularmente desde San Juan, puede tener implicancias concretas en términos de integración, infraestructura y desarrollo productivo.

Kast, fundador del Partido Republicano de Chile y referente de la derecha dura, derrotó con amplitud a la candidata comunista Jeanette Jara y llegará a La Moneda en marzo del 2026. En ese camino, uno de los datos más relevantes para el escenario argentino fue la explícita sintonía que el presidente electo chileno exhibió con Javier Milei, una afinidad que se manifestó antes y después de la elección.

Horas antes de imponerse en la segunda vuelta, Kast anticipó cuál sería el tono de su vínculo con Argentina: cooperación, estabilidad regional, reglas claras y una visión compartida con el mandatario argentino. “Vamos a tratar de generar las mejores relaciones”, afirmó.

El mensaje fue rápidamente recogido por Milei, quien felicitó a Kast a través de su cuenta en X y celebró el resultado como “un paso más de nuestra región en defensa de la vida, la libertad y la propiedad privada”. El respaldo no fue solo protocolar: habló de amistad personal, de trabajo conjunto y de una cruzada ideológica contra el “socialismo del Siglo XXI”, con su ya habitual consigna libertaria.

Ese alineamiento político entre Buenos Aires y Santiago es leído con atención en San Juan, una provincia históricamente atada a la agenda de integración con Chile. Aparece, casi de manera inevitable, el Túnel de Agua Negra, un proyecto que lleva décadas en carpeta y que simboliza las oportunidades y las frustraciones de la relación binacional.

La llegada de dos presidentes ideológicamente afines reaviva expectativas largamente postergadas. Así lo expresó el diputado nacional José Peluc, el representante de Milei en San Juan, al señalar a DIARIO DE CUYO que “trabajaremos el camino minero y la integración argentino-chilena”, y que ese rumbo es “el camino que necesitábamos para la construcción de la libertad en América del Sur”. No es una definición menor en una provincia donde la minería y la salida al Pacífico forman parte del ADN productivo y político.

Sin embargo, el entusiasmo convive con una cuota de escepticismo. El analista político sanjuanino Sergio Guzmán planteó que el escenario es “inmejorable” para la cooperación bilateral, pero advirtió que la clave estará en transformar la coincidencia ideológica en decisiones concretas. “Quiero pensar que los legisladores de San Juan tienen biblioratos de los proyectos. Vamos a ver si llegan a la práctica con el Túnel de Agua Negra”, señaló.

Guzmán puso el foco en un punto central: la jerarquización de prioridades. Seguridad y migración aparecen como temas dominantes en la agenda regional, y la gran incógnita es qué lugar ocupará la obra de integración en ese esquema. Para el analista, el proyecto puede avanzar si se lo concibe bajo una lógica de apertura económica, participación privada e inversiones, en sintonía con la mirada liberal que comparten Kast y Milei.

También advirtió que el contexto geopolítico será determinante. “Bajo el alineamiento de Donald Trump”, sostuvo, cualquier iniciativa que tenga financiamiento chino —como ocurrió en el pasado— aparece hoy como “absolutamente rechazable”. En ese marco, la participación privada y los acuerdos previos con organismos como el BID vuelven a ganar relevancia, aunque con la certeza de que no se trata de un proceso que pueda resolverse en un solo mandato de cuatro años.

El triunfo de Kast, entonces, no garantiza avances automáticos, pero provocó expectativa y elimina excusas. Argentina y Chile estarán gobernados por líderes que no solo comparten una visión económica y política, que además se reconocen como aliados. Para San Juan, esa coincidencia, puede abrir una oportunidad: reactivar su agenda de integración, potenciar la minería y volver a discutir en serio su salida estratégica al Pacífico.