“Nada se pierde, todo se transforma” es una máxima que bien le cabe a este tipo de cocina “aprovechatodo”, sobre todo en los tiempos que corren y cuando a eso que estaba a punto de ir a la basura se le puede sacar un provecho enorme…. ¡Y riquísimo! Ni hablar si, encima, es algo práctico, simple y con lo que tenés en la cocina.

Bueno, al grano, hablemos de las cáscaras de los cítricos, naranjas, limones, mandarinas, que no solo sirven para rallar o confitar. Normalmente hacemos un jugo, un batido o exprimimos para saborizar alguna carne, por ejemplo. Pero una vez que se comió la fruta o que el jugo se aprovechó, las cáscaras van a parar al tacho de la basura sin ninguna consideración… hasta hoy.

Si sos de las personas a las que les gusta cocinar, sobre todo panificados como bizcochuelos, galletas, budines, rosquitos o facturas (aunque en verdad puede aplicarse a otras de preparaciones también) dejame decirte que estás a punto de sumar un súper tip. ¿Qué te parece la idea de poder hacer un delicioso budín de limón, dentro y fuera de estación, con todo el aroma y el sabor del limón natural? ¿O unos rosquitos de naranja súper aromáticos? ¿O por qué no, unas galletas de avena y mix cítrico? ¿Tentador, verdad? Pues no solo es posible, es recomendable, saludable y sencillo.

Nunca más verás a una naranja de la misma manera… y ella estará feliz de que al fin te hayas dado cuenta que puede darlo todo. Pues bien, manos a la obra.

¿Qué necesitás?

Muy poco. Cítricos que, en lo posible, tengan la piel linda, como si se hubieran hecho el skin care: naranjas, limones, mandarinas (podés meter kinotos si te gustan). Si están medio medio, no importa, sacás las partes más feítas. Cuchillo con filo. Papel de cocina. Un mortero o un molinillo de café. Horno. Un frasco para envasar.

¿Qué tenés que hacer?

  1. Primero que nada, lavá y secá bien la fruta y pelá las cáscaras como hacían las mamás o las abuelas, en “gajitos” o en “espiral” (o como quieras, bah). En el caso de la mandarina, pues como lo hiciste toda la vida, cuidando que no sean trozos muy pequeñitos. Ojo, hacelo con la fruta entera, porque si ya la exprimiste, se hará un poquitín más difícil (sí, parece obvio, pero no lo es). Podés ir juntando cáscaras en un hermético (no tanto tiempo que, cuando lo abras, estén verdes).
  2. Mientras te comés la fruta, si las cáscaras te quedaron muy gorditas, con mucha parte blanca, podés sacársela con un cuchillito filoso. En verdad no queda taaaan amargo como dicen, pero es mejor y son más fáciles de procesar.
  3. Poné las cáscaras sobre papel de cocina un par de días, para que se oreen (el clima seco de San Juan es un gran aliado). Luego, cuando las notes más duritas, pero que todavía estén un poco maleables, viene el turno del horno. Ubicalas en una asadera (sin aceite ni nada de nada) y al horno a temperatura bien bajita (como para secar merengue ¿viste?). Se tienen que secar, no cocinar y menos quemar, así que no le saques los ojos de encima. Te aseguro que si te colgás, las encontrarás más quemadas que la vecina de la vuelta, y ahí sí, amargas como la tía Elvira. Tomate un par de mates, pintate las uñas, es un ratito nomás. Otra opción es llevarlas al sol algunos días (cuidado que no estén al alcance de aves o insectos inescrupulosos). Incluso podés dejarlas sobre el papel de cocina en un lugar seco de la casa, pero tardará unos días. Sí estás en agosto y el budín es para la Navidad, joya. Bueno, cuando están sequitas, usualmente se retuercen un poco (como tu ex, cuando te vio con otra pareja), se ponen un poco más oscuritas y opacas, está bien. No tienen que estar marrones… si te pasa, lo siento, “vuelve al punto de partida”.
  4. Dejalas enfriar un buen rato a temperatura ambiente (no en la heladera). No te hagás drama si justo cuando las sacaste te tenías que ir a trabajar, al gym, a llevar al niño al pediatra o tu amigo te pidió que le hicieras la pata, no pasa nada.
  5. Ahora sí, con las manos cortá las cascaritas en pedacitos más chicos y van a un mortero. Con ganas, ponete a molerlas hasta convertirlas en polvo, o casi (vale imaginar a indeseables dentro del mortero). Conviene ir haciéndolo de a poco. Otra opción más simple, si tu objetivo no es lucir brazos esculpidos en verano, es poner las cascaritas en un molinillo de café o en una procesadora. No importa si quedan pedacitos chiquitos, es muy rico tener un tropezón (palabra culinaria de moda) con una cascarita en el budín… ¡y además da fe de que es bien casero!
  6. Guardá las cascaritas molidas en un frasco de vidrio con tapa hermética (uno de café o de mermelada bien limpio o, si querés monear, esos súper “aesthetic” con tapa de bambú que venden en el bazar quedan como de revista). Te dura una eternidad en la alacena o en la mesada de la cocina. ¡Y no te cuento el aromita que vas a disfrutar cada vez que lo abras!
  7. Sugerencia: Cuando vayas a usar este polvo o picadito de cítricos de los dioses (puede ser de uno solo o mezclar frutas), ponelo en la preparación junto con los líquidos (leche, aceite, agua), así se hidrata un poquito antes de que la preparación vaya al horno. Otra cosita: sí, agregá unas gotitas de esencia de vainilla, poquito, para que no invada como tu cuñada, pero que realce el sabor. Luego seguís con la receta como si nada. ¡Y voilà!
segunda-728x546
Vas a tener panificados con sabor y aroma a cítricos cada vez que quieras, porque dura un montón. Podés usarlo en polvo o bien molido en mortero (trocitos muy pequeños).

No te vas a arrepentir. Es refácil, barato y práctico. Ya no tendrás que salir corriendo a la verdulería porque tenías toda la preparación en el bowl y te diste cuenta que te faltaba un limón; ni estar pidiéndole de nuevo una naranja a la Yoli, que ya te mira cruzado. Además, ahorrás. Y te repito, podés hacer un delicioso budín, galletas, rosquitos o lo que te imaginés, con gustito y aroma a cítricos frescos tooooodo el año. Un golazo. ¿Qué esperás? ¡Ya estarías pelando las frutas!