Un informe mundial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que, en países como la Argentina, uno de cada 10 medicamentos en el mercado es falsificado o de baja calidad, es decir, sin efecto terapéutico alguno. Eso se traduciría en unos 30.000 millones de dólares en costos para los sistemas sanitarios de los países en desarrollo de medianos y bajos ingresos.

Esos productos alcanzan a todas las categorías de medicamentos: desde antibióticos y vacunas hasta terapias oncológicas, cardíacas, psiquiátricas, anestésicas o para la malaria, la diabetes o los tratamientos de fertilidad asistida, de acuerdo con las denuncias de más de un centenar de países al sistema de vigilancia de la OMS en los últimos cuatro años.

En América latina, los productos falsificados o de baja calidad -autorizados, pero que no cumplen con la especificaciones- más comunes son antibióticos, vacunas, anticonceptivos y el misoprostol, un producto que se usa para inducir el aborto. Un fármaco queda fuera de las especificaciones cuando hubo un error en la producción, se degradó durante el transporte o el almacenamiento o se venció.

"Esto es un problema global. Hay denuncias de países ricos y pobres que alcanzan a los fármacos nuevos como a los genéricos. Hoy, los medicamentos que se producen en una parte del mundo pueden tener impacto en los pacientes de la otra parte del mundo", dijo ayer Michael Deats, especialista en seguridad y vigilancia farmacológica de la OMS, durante una conferencia de prensa en Ginebra de la que participó LA NACION.

En 2013, la OMS lanzó el Sistema Mundial de Vigilancia y Monitoreo de Medicamentos Fuera de Especificación y Falsificados (GSMS, por su nombre en inglés), al que los países miembros y ONG humanitarias informan incidentes. Desde entonces, se investigaron 1500 denuncias que demuestran cada vez más cómo un producto puede recorrer una ruta internacional, entre países desarrollados y en desarrollo, para llegar a distintos mercados sin controles adecuados.

Fuente: La Nación