Prevención y tratamiento, dos puntos en los cuales el manejo de niños por nacer y su madre han avanzado. Pero también el enfoque sobre complementos a los tratamientos medicamentosos viene evolucionando. Si antes se pensaba que un niño o niña con una cardiopatía no debía realizar actividad física y estaba limitado en sus posibilidades, la mirada actual plantea nuevos desafíos y estrategias que mejoran la vida de los pacientes.

Desde la Federación Argentina de Cardiología (FAC), la Dra. Celeste Raquel López (MP 4326), cardióloga infantil y deportóloga, miembro de la FAC, señala que “hoy en día los pacientes con cardiopatía congénita tienen la posibilidad del diagnóstico temprano e incluso el tratamiento intrauterino de las patologías estructurales del corazón. Esto nos ha permitido encontrarnos con pacientes con cardiopatías congénitas en edad adulta o incluso adultos mayores y podemos hablar de una nueva terminología, la cardiopatía congénita de edad geriátrica”.

Lograr que un niño o niña pueda llegar sano a la etapa adulta, pese a tener una enfermedad congénita, implica imprescindiblemente, la inclusión de actividad física en el tratamiento. “Promover y actuar sobre la rehabilitación cardiovascular en pacientes posquirúrgicos de cardiopatías congénitas, es el gran desafío de los cardiólogos infantiles para mejorar la calidad de vida funcional individual de cada uno de los pacientes con malformación estructural o funcionales”, señala López.

Plan a medida

La base estructural sobre la que se sustenta todo tratamiento es a partir de la consulta y seguimiento por parte del médico. La actividad física debe ser parte de ese plan de desarrollo y mejora de la calidad de vida de los niños y niñas con esta patología. “Al ser individualizada, debemos actuar para llevar el ejercicio físico a cada paciente de manera personalizada, generando así una intensidad de ejercicio relativa según el estado hemodinámico, electrofisiológico y estructural de cada uno”, señala López.

Pero el mejoramiento no es solamente en cuanto a la salud de los niños y niñas, sino también en cuanto a su inclusión psicosocial. El empoderamiento de los pacientes permitirá mejorar su autoestima y dará mayor capacidad para el desenvolvimiento de las demandas diarias generadas por la sociedad.  Además, la actividad física como rutina estimula su motricidad, la formación y crecimiento de huesos y músculos sanos, y la correcta absorción de nutrientes.

Si bien el ejercicio debe ser prescripto por un médico, a la medida de cada paciente, en líneas generales es recomendable incluir movimientos lúdicos (jugar, saltar, bailar y otras actividades recreativas realizadas en forma libre), actividades aeróbicas mezcladas con ejercicios de fuerza y elasticidad.

López dice que, “en general debemos iniciar la actividad física para salir de la inactividad, pero también dar recomendaciones de cómo debemos disminuir el sedentarismo. Ambos son factores de riesgo que contribuyen a la obesidad y junto con la triada de inactividad pediátrica (incluye al analfabetismo motriz, la dinapenia o pérdida de la fuerza muscular y el déficit de ejercicio) son pilares esenciales de actuación para generar un niño activo que será un adulto saludable”.

Foco en la detección temprana

La recientemente sancionada Ley 27.713 tiene como principal objetivo ampliar el Programa Nacional de Cardiopatías Congénitas (PNCC) garantizando que todas las personas con esta patología tengan el derecho a todas las instancias de detección correspondientes en cada etapa vital. Enfatizando en el diagnóstico prenatal, para que las mujeres embarazadas tengan el derecho a un control que incluya la detección precoz de estas enfermedades.

El diagnóstico durante el embarazo permite realizar intervenciones fetales, si lo requiere, derivación oportuna a centros de mayor complejidad y brindar asesoría a los padres. Esto tiene un impacto directo en el pronóstico de estos pacientes mejorando su calidad y expectativa de vida.